Eran las últimas horas del 2 de abril de 1832, cuando el HMS (His Majesty’s Ship) Beagle ingresaba a la bahía de Guanabara. El comandante británico Robert FitzRoy (1805-1865) no quiso atracar, prefirió aguardar hasta el amanecer. “Pasamos la noche anclados, porque el capitán decidió que teníamos que avistar el puerto de Río y ser vistos a plena luz del día. La vista es magnífica”, describía el tripulante Charles Robert Darwin (1809-1882) en una carta a su hermana Caroline.
El joven inglés de 23 años, invitado a formar parte de la expedición debido a su interés por la historia natural, estaba fascinado con el paisaje tropical que FitzRoy se proponía disfrutar ni bien despuntara el alba, algo a lo que él pensaba sumarse. El jefe de la expedición ya estaba al tanto de lo impactante que podían llegar a ser los paisajes del país, en ese entonces, recientemente emancipado de Portugal. Había tocado puerto en Salvador en 1832, la primera escala del Beagle en Brasil tras una larga travesía oceánica, donde se había maravillado ante “todas las tonalidades del verde potenciadas por la salida del Sol y las sombras: todo ese encanto acentuado por todas las torres de las iglesias, los conventos y las fachadas blancas bajo las hojas de las palmeras”, como escribió en su relato de viaje.
Pero FitzRoy no se conformaba con retener estas escenas solamente en su memoria y en los relatos de viaje. Contrató a un artista para sumarlo a la expedición de circunnavegación realizada entre 1831 y 1836: el experimentado viajero y talentoso pintor inglés Augustus Earle (1793-1838). Sucedió que Earle cayó enfermo cuando el Beagle navegaba frente a Uruguay, en 1833. Según consta en las anotaciones del diario de Darwin, padecía reumatismo (moriría cinco años más tarde en Inglaterra, víctima del asma). En noviembre de 1833, el también inglés Conrad Martens (1801-1878), subió a bordo del Beagle para reemplazar a Earle.
Según Marcos Ferreira Josephino, biólogo e historiador del Instituto de Educación Clélia Nanci, en Río de Janeiro, autor de un artículo sobre los dos artistas publicado en junio en la revista Filosofia e História da Biologia, Martens había zarpado de Inglaterra a bordo del Hyacinth, en 1832, con la intención de realizar una travesía de circunnavegación de tres años por Sudamérica y la India. Cuando arribó a Río de Janeiro y se enteró de que el Beagle había perdido a su artista oficial, partió inmediatamente hacia Montevideo con la intención de ofrecerle sus servicios al capitán FitzRoy.
Se lo consideraba un excelente paisajista, pero no tan buen retratista como su predecesor. En una misiva que FitzRoy le envía a Darwin en octubre de 1833, cuando el naturalista realizaba investigaciones en tierra mientras el navío permanecía amarrado en Montevideo, le anuncia la sustitución que tendría lugar en breve comentándole que los paisajes de Martens eran “realmente buenos, aunque quizá sus figuras humanas no llegaban a igualar a las de Earle”.
Más que nada utilizando la técnica de la acuarela, los artistas retrataron paisajes y escenas de la vida cotidiana de los países que visitaron. “La acuarela, al ser portátil, era la técnica de viaje por excelencia. Los viajeros producían pequeñas obras, a menudo en sus cuadernos de notas. Algunas de estas imágenes se transfirieron a libros mediante la técnica de la litografía”, explica la historiadora del arte Ana Gonçalves Magalhães, directora del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo (MAC-USP). Un ejemplo es la litografía de Thomas Abiel Prior (1809-1886) producida a partir de una ilustración de Earle titulada San Salvador, Bahía, publicada en 1839 en el libro de FitzRoy Narrative of the surveying voyages of His Majesty’s ships Adventure and Beagle.
El objetivo principal de la expedición del Beagle, al servicio de la Marina Real británica, era realizar un relevamiento geográfico e hidrográfico de Tierra del Fuego y las costas meridionales de América del Sur, además de trazar el rumbo de la circunnavegación utilizando cronómetros marinos (los dispositivos empleados para determinar longitudes). La designación de FitzRoy demostró ser acertada para los propósitos de la expedición. Alumno ejemplar de la Academia Naval, se había destacado por sus habilidades cartográficas e intereses científicos (cuando abandonó los viajes, se convirtió en uno de los pioneros de los estudios meteorológicos). Según el artículo de Gabriel Passetti, docente de historia de las relaciones internacionales de la Universidad Federal Fluminense, FitzRoy estaba tan comprometido con el éxito de la expedición que adquirió, con fondos propios, 17 cronómetros adicionales a los cinco que le había proporcionado el gobierno para no perder los puntos de referencia correctos a los efectos de definir los meridianos en relación con el observatorio de Greenwich.
En aquella época, la Marina Real británica emprendió varias expediciones que conjugaban la exploración científica con intereses comerciales y políticos. La travesía del Beagle podría haberse sumado a tantas otras, hoy en día anónimas, de no ser por la participación de Darwin, recientemente graduado en la Universidad de Cambridge, quien se convertiría en uno de los científicos más ilustres de la historia.
Como destaca Josephino, las observaciones realizadas a lo largo de la expedición en el Beagle desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la teoría de la evolución darwiniana, sistematizada en el libro El origen de las especies, de 1859. Los relatos del naturalista no solo han dejado plasmadas sus impresiones sobre la fauna y la flora. “Darwin quedó extasiado con el paisaje natural de Brasil, pero le chocaba la manera en que eran tratados los africanos esclavizados, tanto que llegó a escribir en su diario que esperaba no volver a visitar jamás un país esclavista”, dice. En los cuadros pintados por los artistas que tripularon el Beagle ‒ especialmente en los de Earle ‒ también pueden encontrarse estas dos lecturas del país.
Un artista errante
En Brasil, Earle y Martens son artistas poco conocidos. Según la historiadora del arte Patrícia Meneses, de la Universidad de Campinas (Unicamp), hubo dos razones principales para que estos pintores no hayan gozado en el país de la misma proyección que otros contemporáneos como el francés Jean-Baptiste Debret (1768-1848) o el alemán Johann Moritz Rugendas (1802-1858). “La primera es que los textos de Darwin, si bien describen especies vegetales y animales, no incluyen ilustraciones”. FitzRoy, quien publica escasas imágenes en su libro, incluso menciona el registro de especies de peces desconocidas en el Beagle ‒“el Sr. Earle los dibujó minuciosamente, y el Sr. Darwin conservó a muchos de ellos en alcohol”‒, pero los dibujos no fueron publicados. “Los estudios sobre animales se perdieron”, lamenta la historiadora. Y de las obras de Martens en Brasil, donde el artista recaló antes de incorporarse a la expedición del Beagle, quedaron tan solo algunos paisajes de las playas cariocas.
Otro de los motivos de que estos pintores hayan sido escasamente estudiados aquí es el sitio en donde se encuentran sus colecciones: la Biblioteca Nacional de Australia. “Las colecciones se conservan en Australia desde principios del siglo XX”, informa Meneses. Fue Australia el país que Mertens eligió para radicarse y formar familia y ahí se quedó a vivir hasta los últimos días de su vida, después de haber abandonado el Beagle, en 1834 (tras 9 meses a bordo, fue despedido por falta de espacio), y viajar por Oceanía. Se lo considera el primer artista profesional de ese país. También Earle produjo varias obras en países de Oceanía, incluyendo a Nueva Zelanda y Australia, por donde viajó entre 1824 y 1828 y se hizo célebre como pintor de escenas de la vida cotidiana y retratos de importantes personalidades australianas.
Autor del libro Augustus Earle (1793-1838): Pintor viajante (Novas Edições Acadêmicas, 2015), Guilherme Gonzaga, del Centro Universitario Iesb, en Brasilia, enumera un tercer motivo de la relativa ausencia de este pintor en el escenario académico nacional: el hecho de que nunca recopiló y publicó sus imágenes de Brasil, como sí lo hicieron Debret, Rugendas y otros artistas naturalistas o viajeros que visitaron el país en el siglo XIX. Debido a su temprana muerte a los 46 años, no habría tenido tiempo de realizar esta tarea.
Probablemente, Earle haya sido “el artista europeo que más viajó en el siglo XIX”, dice el historiador neozelandés Leonard Bell, profesor de historia del arte en la Universidad de Auckland, en un artículo publicado en 2014 en la revista Journal of Historical Geography. Se habría hecho conocido entre sus contemporáneos por el mote de “artista errante”. “Earle se convertiría en el primer artista profesional que visitó los cinco continentes”, añade la británica Sarah Thomas, profesora de museología e historia del arte de la Birkbeck, Universidad de Londres, en la revista Atlantic Studies, en 2011. El pintor británico vivió más de seis años en América, desde 1818, cuatro de ellos en Brasil, de 1820 a 1824. De ese período datan sus obras brasileñas más conocidas.
Para Darwin, la participación de Earle en las primeras etapas del viaje del Beagle fue providencial. Como conocía bien Río de Janeiro, le ofició de guía en sus andanzas por la ciudad. “Se hicieron amigos y llegaron a compartir vivienda en Botafogo”, subraya Gonzaga. Fue Earle quien condujo a Darwin hasta la cima del cerro del Corcovado, al que ya conocía de su primer viaje a Río de Janeiro. “Hay una especie de afinidad entre las imágenes del artista y las descripciones del científico”, comenta Meneses. En la acuarela View from the summit of the Cacavada [Corcovado] Mountains, near Rio de Janeiro, de 1822, Earle expresa su emoción a la vista del paisaje de una forma bastante peculiar, incluyéndose en la escena en una postura de asombro y deslumbramiento. La misma admiración expresará Darwin en su diario de a bordo: “Llegamos pronto a la cima, y contemplé una vista que, a excepción tal vez de las de Europa, es la más célebre del mundo. Si clasificáramos los paisajes según el asombro que producen, este ocupa sin duda el lugar primer puesto”.
Los paisajes brasileños ya seducían a los naturalistas y artistas europeos desde 1808, cuando la apertura de sus puertos a las naciones amigas permitió el arribo a Brasil de varios miembros de expediciones artísticas y científicas. Además de paisajes, los artistas viajeros retrataron escenas cotidianas, como actividades laborales y de ocio realizadas por personas corrientes, las denominadas “pinturas de género”. Estas representaciones de la vida cotidiana, sin embargo, no pueden considerarse retratos fieles de la realidad, advierte Magalhães, de la USP: “No son para nada neutrales, sino que erigen la idea de un territorio que necesita ser civilizado y que aprenderá de los europeos, pues son ellos los que poseen los instrumentos de la ciencia”. Gran parte de los grabados, óleos y litografías producidos en aquel período plasman la imagen idílica de un paraíso tropical, en el que la esclavitud tan solo aparece como un detalle pintoresco más. Pero a juicio de Meneses, de la Unicamp, en algunas de esas representaciones de la vida cotidiana, Earle trata de ir más allá del aspecto pintoresco, incluyendo una mirada crítica sobre la esclavitud. “Earle es más expresivo y percibió mejor que otros artistas de su época las tensiones sociales”, sostiene. En ese sentido, menciona la acuarela Capoeira, Brazil, de 1822, que retrata a dos esclavos luchando. A la izquierda de la obra, puede verse a un soldado que, con cierta torpeza, trata de dar alcance a los contendientes saltando una valla. En aquel período, la práctica de la capoeira estaba prohibida y siguió siendo considerada un delito hasta 1937. “El artista no se limita a registrar la capoeira, sino que incluye la reacción que provoca, en una especie de mapeo social”, dice la historiadora. Bell compara al arte de Earle con los métodos de investigación científica de Darwin: “Ambos se caracterizan por la observación atenta y crítica de los fenómenos naturales y de los individuos con los que se toparon. Las prácticas de ambos trascendieron la mera acumulación de información fáctica”, escribió en el artículo sobre el pintor.
Artículos científicos
BELL, L. Not quite Darwin’s artist: The travel art of Augustus Earle. Journal of Historical Geography. v. 43. ene. 2014.
JOSEPHINO, M. F. O Brasil de Darwin nas aquarelas de Augustus Earle e Conrad Martens. Filosofia e História da Biologia, v. 18, n. 1. 28 jun. 2023.
PASSETTI, Gabriel. O Brasil no relato de viagens do comandante Robert FitzRoy do HMS Beagle, 1828-1839. História, Ciências, Saúde – Manguinhos. v. 21, n. 3. jun./sep. 2014.
THOMAS, Sarah. On the spot: Travelling artists and abolitionism, 1770-1830. Atlantic Studies. v. 8, n. 2. jun. 2011.
Libros
BELL, L. To see or not to see: Conflicting eyes in the travel art of Augustus Earle. En: CODELL, J. y MACLEOD, D. (ed.). Orientalism transposed: The impact of the colonies on British culture. Routledge. Abingdon, UK, 2018.
MARTINS, L. de L. O Rio de Janeiro dos viajantes: O olhar britânico (1800-1850). Río de Janeiro: Jorge Zahar, 2001.