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Tapa

El alcohol acompaña a la humanidad desde el surgimiento de las ciudades y la adopción de la agricultura

Hace 10.000 años, los chinos elaboraron una bebida fermentada a base de una mezcla de arroz, miel y frutas

Detalle de un altorrelieve persa en la escalinata de Apadana

Phillip Maiwald / Wikimedia Commons

Hace alrededor de 10.000 años, durante el período denominado Neolítico, que se caracterizó por la aparición de los esbozos de las primeras ciudades y el inicio del proceso de domesticación de plantas para la incipiente agricultura, el hombre probablemente comenzó a convivir más íntimamente con un elemento constituyente de esa nueva sociedad: las bebidas alcohólicas fermentadas (los licores destilados aparecerían milenios más tarde). En 2004, el equipo del arqueólogo estadounidense Patrick McGovern, de la Universidad del Estado de Pensilvania, detectó mediante métodos químicos residuos de un fermentado elaborado a partir de una mezcla de arroz, miel y frutas, que modernamente podría definirse como algo a medio camino entre un vino y el sake, en fragmentos de vasijas con una antigüedad de 9.000 años hallados en el yacimiento arqueológico de Jiahu, en el centro-este de China. Se trata del registro más antiguo conocido de la producción de una bebida alcohólica.

En su larga historia, el alcohol se convirtió en la droga psicoactiva más extendida en las sociedades humanas. Las bebidas alcohólicas, vinculadas a la convivencia social, a rituales metafísicos o con ceremonias religiosas, estuvieron presentes en todas las civilizaciones antiguas y aún hoy en día son aceptadas en la mayoría de los países, excepto en algo más de una decena de naciones que profesan la fe islámica. En Mesopotamia, hace unos 6.000 años, los sumerios ya consumían vino y cerveza, un hábito inmortalizado en los dibujos plasmados en tablillas de piedra. En el Antiguo Egipto, la cerveza era la bebida del pueblo y el vino estaba reservado a la elite.

La Antigua Grecia y después Roma, con su enorme influencia cultural, difundieron y legitimaron el hábito de beber, sobre todo vino, en Occidente. El significado original del término de origen griego “simposio”, que en la actualidad se emplea para designar a reuniones intelectuales que se llevan a cabo con el propósito de debatir algún tema, es “beber juntos”, que es lo que hacían las personas influyentes en la mesa después de los banquetes festivos en los hogares acaudalados. El cristianismo también cumplió un rol preponderante en la difusión del vino. En la Biblia, la planta más citada es la vid y el primer milagro que se le atribuye a Jesús es justamente la transformación del agua en vino, bebida que, posteriormente, sería adoptada como la sangre de Cristo en la ceremonia de la eucaristía.

Uffizi Gallery / Wikimedia Commons Pintura de Baco, el dios griego del vinoUffizi Gallery / Wikimedia Commons 

Esta dimensión espiritual y relacionada con las festividades se hace presente en las más diversas culturas. En el libro intitulado Selvagens bebedeiras: Álcool, embriaguez e contatos culturais no Brasil colonial (séculos XVI-XVII) [Salvajes borracheras. Alcohol, embriaguez y contactos culturales en el Brasil colonial (siglos XVI-XVII)], (Alameda Editorial, 2011), el historiador João Azevedo Fernandes (1963-2014), quien fue profesor de la Universidad Federal de Paraíba (UFPB), alude, por ejemplo, a la producción de cauim, un fermentado a base de mandioca elaborado exclusivamente por las mujeres de los pueblos indígenas de Brasil. “La bebida era esencial para las ceremonias que marcaban algunos de los momentos más importantes del ciclo de vida de los tupinambás, como las bodas y los funerales”, escribió Azevedo Fernandes en su tesis doctoral, en la cual está basada la obra.

Hoy en día, el consumo de bebidas alcohólicas no está asociado a la cultura árabe, probablemente debido al amplio arraigo de la religión islámica entre esos pueblos, que, a partir del siglo VII, y con base en el libro sagrado del Corán, pasó a condenar su consumo. Pero el propio término “alcohol” es de origen árabe, al igual que la palabra “alambique”. No es casual que se atribuya a los árabes la introducción, en la Europa Medieval, hacia el siglo X, del proceso de destilación, consistente en la separación de los constituyentes de una mezcla líquida mediante su vaporización parcial. Esta operación es la base de la elaboración de una categoría de bebidas alcohólicas, los destilados, que incluyen al coñac, el whisky, la ginebra y diversos tipos de aguardientes.

Aunque la embriaguez, la conducta antisocial y eventuales daños físicos han sido asociados al consumo excesivo de líquidos fermentados y destilados en distintos momentos de la historia y de las sociedades, el alcohol, en sus diversas formas, ha sido un compañero de las prácticas médicas desde la Antigüedad. Los vinos, cervezas y destilados se emplearon para intentar aliviar los padecimientos corporales, a veces como medicamentos en sí mismos, otras como vehículos en los que se mezclaba un tratamiento, o bien, en el caso de las bebidas más potentes, cumpliendo el papel de los anestésicos modernos. Hasta el siglo XVIII, era más seguro beber vino, cuya fermentación mataba parte de los gérmenes presentes en su líquido, que el agua disponible en las ciudades.

Staatliche Museen zu Berlin, Ägyptisches Museum und PapyrussammlungRepresentación de consumo de cerveza en el Antiguo EgiptoStaatliche Museen zu Berlin, Ägyptisches Museum und Papyrussammlung

Para el historiador Henrique Soares Carneiro, de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), el alcohol y las drogas en general constituyen uno de los elementos fundadores de la civilización humana por su valor económico, social y cultural. “Desde finales del siglo XIX, la historia de las drogas es, ante todo, la historia de sus regulaciones, de cómo se autoriza su circulación en las sociedades y de las políticas de represión, estímulo y tolerancia de su uso”, comenta Soares Carneiro, coordinador del Laboratorio de Estudios Históricos sobre Drogas y Alimentación de la FFLCH. Más que sus posibles daños a la salud, la prohibición del uso de ciertas sustancias en la sociedad industrial, como relata el historiador en el libro Drogas – A história do proibicionismo [Drogas. La historia de sus prohibiciones], (Autonomia Literária, 2018), ocurre por razones religiosas, económicas (no afectar la producción de bienes) o simplemente por control del Estado. Así surge el concepto moderno de tres tipos de drogas: las lícitas, las lícitas medicinales y las también legales de uso recreativo, como el tabaco y las bebidas alcohólicas.

Aunque a veces se desdibujan tras argumentos económicos o morales, los debates actuales acerca de la cantidad de alcohol que puede consumir un bebedor moderado se enmarcan, en gran medida, dentro del debate científico al respecto de los (nuevos) efectos deletéreos asociados a esta sustancia tóxica. Pero siempre hay quien prefiere incluir en esta ecuación argumentos socioculturales, además de la cuestión física. “No soy médico, pero por lo que he leído, entiendo que el alcohol es perjudicial para el ser humano en un sentido fisiológico. Empero, al observar a las personas desde un punto de vista holístico, es posible ver que los efectos de su consumo moderado puedan ser beneficiosos en general, es decir, que su daño fisiológico se compense o se supere por los beneficios emocionales, la sensación de bienestar, el estímulo de las relaciones sociales o el disfrute de eventos sociales”, dice, en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP, el historiador neozelandés Rod Phillips, de la Universidad Carleton, en Canadá, autor de libros sobre la historia del alcohol y del vino. “Es cierto no necesitamos alcohol para obtener esos beneficios, pero nos hemos acostumbrado culturalmente a utilizarlo con esos fines”.

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