A la hora de comer, la serpiente puede ‒ o no ‒ embestir y devorar a su presa. Puede matarla rápidamente inyectándole alguna sustancia venenosa que causa diversos efectos en el organismo de la víctima, como necrosis y daños neurológicos masivos. O también puede asfixiarla y tragarse lentamente un almuerzo que puede ser mucho más grande que ella. Puede hacerlo colgada de las ramas de los árboles, debajo del agua o en tierra, e incluso excavar en busca de presas subterráneas. La variedad de maneras de alimentarse entre las diferentes especies es enorme, al igual que la amplitud de su menú. Es sorprendente, sobre todo para un animal que ni siquiera posee extremidades. “Imagínense que van a una parrilla y piden un trozo de carne de 30 kilogramos [kg] y se lo tragan utilizando solamente la boca, sin masticarlo ni manipularlo”, compara el biólogo Guarino Colli, de la Universidad de Brasilia (UnB). Un artículo publicado en febrero en la revista Science, del cual es coautor, revela que esta forma prodigiosa de alimentarse es, en gran medida, el secreto del éxito de estos animales: ningún otro grupo es capaz de consumir una variedad tan amplia de alimentos, empleando para ello una diversidad tan grande de estrategias.
“Se necesarios muchos autores para dar cuenta de la diversidad geográfica y taxonómica incluida en el estudio sobre las serpientes”, explica el investigador. Es un trabajo relevante, porque incluye la secuenciación del ADN de casi 7.000 especies de todo el mundo, lo que ya de por sí es una empresa de fuste, y ha dado lugar a la filogenia más fidedigna que se haya obtenido para Squamata, el grupo que incluye a las serpientes y los lagartos y es el de mayor diversidad entre los animales terrestres: en la actualidad cuenta con casi 11.000 especies. A la par de este árbol evolutivo, los investigadores también tuvieron en cuenta información referida a la ecología (el vínculo con el ambiente) y la morfología (apariencia y anatomía) de los animales. “Basta con un individuo para obtener su ADN e incluir una especie en el árbol, pero no es suficiente para rastrear la ecología y el comportamiento que la caracterizan”, añade Colli. El líder del grupo es el evolucionista Daniel Rabosky, de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, reconocido por su labor en el área de la estadística evolutiva. “Formamos parte de una red de investigación que ya lleva tres décadas”, dice Colli, enumerando a los estudiantes que se han formado trabajando con los grupos de investigación participantes en este estudio.
La gran pregunta es: ¿por qué el grupo de las serpientes se ha diferenciado tanto, en una trayectoria evolutiva mucho más acelerada que la de los lagartos? La respuesta, de momento, es que al prodigio alimentario se le suma una capacidad sensorial poco común. Al sacar repetidamente su lengua bífida de la boca y volverla a guardar, una serpiente es capaz de trazarse un mapa químico del entorno; algunas también perciben las variaciones de temperatura. Sin olvidarnos de su locomoción sin patas. “Por el hecho de que hacen un uso inusual del ambiente en el que habitan, ocupan un nicho ecológico muy especializado que es solamente suyo”, afirma Colli.
Gracias a ello, puede que un mismo ecosistema albergue a una amplia diversidad de serpientes, sin que la competencia por los recursos las enfrente unas a otras. “En la región de Brasilia tenemos unas 70 especies”, dice Colli. “La ciudad de São Paulo también albergó una cantidad similar, cuando todavía había allí suficiente Bosque Atlántico”. Al igual que las serpientes, algunas especies de lagartos tampoco tienen piernas, otras poseen una capacidad sensorial superior e incluso hay algunas que pueden comer presas de gran tamaño. Pero desde el punto de vista evolutivo, son callejones sin salida: no han formado grupos diversificados. Al parecer, las serpientes han sobresalido porque adoptan todas estas estrategias en forma simultánea y con alta eficiencia. Para ello ha sido clave la movilidad del cráneo, compuesto por huesos que se articulan y se separan, dando paso a una comida que puede digerirse durante días.
Al estimar las fechas de las ramificaciones del árbol evolutivo a partir de los datos genéticos, los investigadores constataron que la diversificación de las serpientes ocurrió muy rápidamente a partir de hace unos 65 millones de años, cuando un asteroide chocó con la Tierra y causó la extinción de la mayoría de los dinosaurios. Esta rápida explosión en el número de especies no es del todo sorprendente. “Pero aún no se la había comparado con las del resto de las familias de los lagartos, cuya evolución fue más lenta”, razona Colli. Los resultados revelaron que las especies que fueron surgiendo, se diferenciaron rápida y ampliamente de sus antepasados en la escala de tiempo evolutivo.
“La revolución genómica ha tenido un gran impacto en este campo”, reflexiona el paleontólogo Hussam Zaher, del Museo de Zoología de la Universidad de São Paulo (MZ-USP), quien no participó del trabajo. A su juicio, el tamaño de las bases de datos que se utilizaron ‒sobre un conjunto inmenso de fragmentos de ADN, formato del cráneo, tipo de alimentación y tamaño del cuerpo y ecología, con la capacidad de inferir su datación‒ ha hecho posible detallar este proceso evolutivo mucho más de lo que se podía hasta ahora. “Es un trabajo magnífico, muy cuidadoso y con un enfoque preciso”, pondera.
Sin restarle mérito a los análisis de laboratorio y computacionales, Colli resalta la importancia de los trabajos de campo. “La investigación a escala mundial dependía de bases de datos que no existirían si no hubiese tantos investigadores recabándolos sobre el terreno”. Varios de los autores del artículo ya acumulan entre tres y cuatro décadas de experiencia trabajando en la naturaleza, buscando y capturando ejemplares. “En conjunto, suman unos cuantos siglos de esfuerzos”.
Con todo, aún quedan enigmas por dilucidar. “El origen de las serpientes no se ha resuelto”, dice Zaher, quien en 2022 publicó precisamente un libro sobre el origen y la evolución del grupo en coautoría con el herpetólogo David Gower, del Museo de Historia Natural de Londres. Para el investigador de la USP, el conocimiento paleontológico será esencial para lograr ese avance. Ello se debe a que los árboles filogenéticos se construyen a partir de muestras de las especies existentes en la actualidad. “No hemos conseguido extraer ADN de los fósiles”, recuerda. Como el surgimiento explosivo de especies estuvo acompañado de muchas extinciones a lo largo del proceso evolutivo, la reconstrucción evolutiva tiene lagunas.
Zaher sostiene que ya se han encontrado fósiles que pueden ser claves para despejar los interrogantes pendientes, como el de animales con muchas de las características de las serpientes actuales, pero todavía conservando pequeñas patas. Y aunque no se pueda prever cuándo se encontrarán nuevas piezas de este rompecabezas entre las rocas, los cajones de los museos de paleontología pueden albergar algunas joyas. “Hay fósiles que no se entendieron bien en el momento en que se recogieron y que podrían redescubrirse”, reconoce, y añade que algunos resultados recientes se obtuvieron a partir de ejemplares “perdidos” en los museos.
Artículo científico
TITLE, P. O. et al. The macroevolutionary singularity of snakes. Science. v. 383, n. 6685, p. 918-23. 22 feb. 2024.
Libro
GOWER, D. J. y ZAHER, H. The origin and early evolutionary history of snakes. Cambridge: Cambridge University Press, 2022.