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Música

La libertad del bohemio

Paulo Vanzolini no revolucionó la música popular, pero sí ayudó a afianzar el samba urbano paulista

Acuarela de Francisca do Val elaboradas para la caja de los CDs Acerto de contas, de Vanzolini

Francisca do ValAcuarela de Francisca do Val elaboradas para la caja de los CDs Acerto de contas, de VanzoliniFrancisca do Val

En una entrevista, al cuestionársele su dualidad como científico y compositor, Paulo Vanzolini (1924-2013), fallecido el mes pasado, explicó enfadado que nadie lograba dedicarse solamente a la zoología o solamente a la música en tiempo completo. Pero a cuál de ambas le dedicaba más tiempo, insistió el periodista. “¿A usted cómo le parece que me gano la vida? Pues como zoólogo”, contestó. “A decir verdad, a él lo que le gustaban eran sus lagartos. Componer era una cosa de fin de noche, sin gran seriedad; un hobby. Nunca fue un músico de levantar banderas. Decía que, de conocimiento, suficiente con el de la universidad”, dice Luiz Tatit, docente del Departamento de Lingüística de la Universidad de São Paulo (USP).

Para el investigador, no se debe buscar en Vanzolini a un revolucionario del samba. “Él adaptó el samba carioca a São Paulo tal como, bajo otros moldes, también lo hicieron Adoniran Barbosa y Geraldo Filme. Como nunca necesitó hacer música para vivir, y componer no era su preocupación central, ignoró todos los movimientos musicales que pasaron, así como las crisis que el samba afrontó. Su universo era libre y muy particular”, sostiene Tatit. Para Regina Machado, docente del Instituto de Artes de la Unicamp, Vanzolini ayudó a afianzar el samba urbano paulista.

“En la época en que empezó, no se podía hablar de un samba de São Paulo, sino del samba carioca rompiendo sus fronteras y llegando a los paulistas de esa primera generación, de la cual Vanzolini formó parte, y adquiriendo algunas características propias”, evalúa Regina, autora de A voz na canção popular brasileira (editorial Ateliê). Uno de los tonos característicos, no estaba en las notas sino en el debate en el que los sambistas se insertaron, relativo a la afirmación de la “paulistanidad”. Junto al orgullo por el progreso paulista, el samba mostraba los desequilibrios y otras llagas de la urbanización.

“Lo que singulariza a Vanzolini es su pensamiento musical organizado por la contradicción”, dice Sonia Marrach

Francisca do Val“Lo que singulariza a Vanzolini es su pensamiento musical organizado por la contradicción”, dice Sonia MarrachFrancisca do Val

“Esto se vuelve evidente en las letras de Adoniran Barbosa, que muestran los rasgos de la inmigración, o en las letras más biográficas de Vanzolini, en su vivencias con los dueños de bares o con los amigos en los ‘inferninhos’ [tugurios], temas que no formaban parte de los sambas cariocas”, sostiene Tatit. A diferencia de la efervescencia de Río, en São Paulo las rondas de samba eran exclusividad de la vida nocturna de los bares y las boites. “Pero Vanzolini creció escuchando samba en las radios, especialmente escuchando a Noel Rosa, con quien se identificaba. Al fin y al cabo, Noel Rosa había trocado la medicina por la música. Pero Vanzolini se recibió y se transformó en científico y compositor. Para él un sambista no tenía nada que ver con el malandro [malevo], y esa palabra nunca entró en sus canciones. Le gustaba decir que él era un bohemio y un trabajador”, comenta Sonia Marrach, autora de Música e universidade na cidade de São Paulo: do samba de Vanzolini à vanguarda paulista (Editora Unesp).

“Hijo de la clase media, letrado y con una ocupación privilegiada y estable, rompió con los estereotipos y con las generalizaciones simplistas. El caso de Vanzolini demuestra claramente de qué manera el samba ascendió socialmente, se granjeó la aceptación y fue consumido no solamente en sus círculos habituales, sino que también llegó a la clase media y a las elites, en buena medida gracias a los medios de comunicación”, sostiene Marcos Virgílio da Silva, del Laboratorio de Fundamentos de Arquitectura y Urbanismo (LabFAU) de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP (FAU-USP), quien investigó el tema en su tesis doctoral, intitulada Debajo del “pogreso”: urbanización, cultura y experiencia popular.

De todos modos, Vanzolini nunca quiso profesionalizarse como músico. Le encantaba contar historias. Durante un show, muy aplaudido, su compañero, Paulinho Nogueira, se volvió hacia el público y dijo: “Ustedes son buenos, pero no me parece bien que aplaudan a la única persona que no sabe la diferencia entre tono mayor y tono menor”. Era un “analfabeto musical” por opción y no por falta de oportunidades. Como alumno de la Facultad de Medicina, en los años 1940, participaba en recitales de los alumnos, pero le prohibían cantar, pues era desafinado y además no seguía ningún ritmo. Recitaba monólogos para el público. “En el programa Ensaio, cuando canta Ronda, sale disparado, sin siquiera pensar en el ritmo o en el tono, dejando al guitarrista que lo acompañaba desesperado intentando seguirlo”, recuerda Tatit.

“Por un parte, comprobaba el lado intuitivo del músico popular. Por otra, su erudición le permitió trabajar sus canciones con una gran elaboración de pensamiento. Su importancia mayor reside justamente en ese tránsito por el universo popular pero con un sesgo intelectual. Eso influyó mucho en las obras de Chico Buarque y Caetano Veloso”, recuerda Regina Machado.

Detestaba el canto casi hablado de la bossa nova y no le gustaban los temas exageradamente emotivos. Era dueño de un samba sofisticado

Francisca do Val Detestaba el canto casi hablado de la bossa nova y no le gustaban los temas exageradamente emotivos. Era dueño de un samba sofisticadoFrancisca do Val

“Como científico, se mezcló con la bohemia y se transformó en un observador de la noche, con retratos poéticos de los personajes de los bares en las madrugadas. Lo hizo sin idealismos ni utopías, pero sí con mucho humor”, dice Sonia Marrach. Para la investigadora, las letras de Vanzolini constituyen su mejor costado: son sobrias, con grandes hallazgos verbales, con uso y abuso del sobreentendido, en un lenguaje económico y concentrado. El profesor Antonio Candido, crítico y ensayista, en la presentación de la colección de discos Acerto de contas, sostiene que Vanzolini trabaja con un mínimo para obtener el máximo rendimiento de las palabras, cargadas de expresión, y haciendo verdaderos retratos poéticos de las madrugadas paulistanas.

“Los que singulariza a Vanzolini en el panorama de la música popular brasileña es su pensamiento musical organizado por la contradicción. Para él, el carácter esencial de la vida en sus diversos aspectos es el movimiento, la mudanza, que proviene de la negación y de los conflictos transformadores de las cosas subjetivas y objetivas”, evalúa Marrach. Lo notable es que esa contradicción es percibida con buen humor, con una veta cómica y una buena voluntad para ver todo con gracia. “Hace bromas irónicas: transforma al perdedor en ganador del juego, y así es como nos lleva a reflexionar de una manera inusitada. La visión cómica provoca inversiones de sentido, para que prevalezca la risa regeneradora”, sostiene la autora.

Sería como si dijera que este mundo que nos hace sufrir es pequeño frente a una canción, frente a una broma, frente a una cerveza con los amigos. “Durante el último show que hicimos en 2012, era evidente que su mayor placer era permanecer allí todo el día, esperando su momento de cantar, escuchando a los amigos y tomando sus cervezas. No había mayores preocupaciones”, recuerda Tatit. Por eso fueron “sólo” 50 músicas en 50 años, un ideal de música como refresco de la hora del esparcimiento, que dejó de existir después de la bossa nova. “Su amateurismo es profesional y no artístico. Tiene un modo artesanal de componer. La letra y la música nacen juntas y son creadas lentamente, a partir de la primera frase, y así, sin la prisa de la industria cultural, de manera consciente, paciente, tardando años para hacerlas, sin importarle la cantidad”, comenta Marrach.

Cuenta la leyenda que tardó seis meses para decidir si usaba “demuestra” o “revela” en un verso de Boca da noite. Pero el resultado era samba, melódicamente. “Hace sambas iguales a los míos. No iguales. Son diferentes los temas que toca, los míos son más populares, los suyos más intelectuales, porque él es un profesor, de eso del zoológico, yo qué sé, un tipo inteligente. Pero nuestro samba es igual”, comentó Adoniran Barbosa. Y el samba de Vanzolini permaneció igual gracias precisamente a lo que Tatit denominó “sus lagartos”: su trabajo en la universidad. Al componer entre 1940 y 1990, pasó por la bossa nova ‒ésta sí fue, en efecto, una divisoria de aguas en la música popular brasileña‒, como así también por otros movimientos musicales, sin dejarse llevar, sujeto al samba de raíz. Su amigo Adoniran, por ejemplo, se vio obligado a bramar contra el yé-yé.

“A diferencia también de la bossa nova impresionista, contenida e intimista, las canciones de Vanzolini son expresionistas, fuertes, bromistas; exigen un cantar más abierto y vital, una interpretación sencilla, sin soslayar la importancia solista del cantor y la vitalidad del canto”, evalúa Marrach. Detestaba el canto casi hablado de la bossa nova, y tampoco le gustaban las músicas exageradamente emotivas: era dueño de un samba sofisticado, alejado de las realidades sensoriales de un Caymmi, con sus pescadores y mares. “Vanzolini es cerebral, intelectual. Sus letras contienen pensamientos elaborados y establecen puentes entre la cultura erudita y la cultura popular”, analiza la investigadora.

El productor y arreglador musical de la colección Acerto de contas, Italo Peron, quien estuvo en contacto con Vanzolini durante muchos años, afirma que éste nunca quiso ser y no se reconocía como divisor de aguas “de nada”. “Nunca pretendió ser un compositor profesional. Buena parte de su fama se debe a la gran aceptación que tiene todavía en el medio estudiantil, algo impresionante, y también a su buena red de relaciones”, dice. Para Peron, su música es sencilla: decía que “lo mejor que tengo me vino de la música de la radio de los años 1930 y 1940”. “El gran talento de Vanzolini es su poética. Logra traducir una situación emocional compleja en cuatro versos. En São Paulo había una laguna en eso y él la llenó”, comenta.

Para Peron ‒ y Vanzolini coincide‒ el músico solamente se convirtió en “la cara de São Paulo” porque el público se identificó con él y lo adoptó. “A él, por ejemplo, no le gustaba Ronda: la consideraba modesta. Peor aún: le parecía un absurdo que la ciudad adoptase como ‘himno’ una música que hablaba de prostitutas y de un delincuente que quiere pegarles tiros a esas mujeres”, revela Peron. De este modo, Vanzolini se habría convertido en un modelo “a despecho” de sí mismo, de su música y de sus intenciones, para un público que buscaba un representante. Para el productor, su éxito se debió mucho a la transmisión “de boca en boca”, a su rol en la universidad y durante la dictadura. “Eso no lo desmerece, ni desmerece su genialidad como escritor; pero él no se reconocía ante todo ese entusiasmo, y creía sinceramente, sin falsa modestia, que todo eso era un desatino”, dice Peron.

Lea el reportaje Una mirada abierta sobre la biodiversidad, sobre la producción científica de Paulo Vanzolini.

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