Así como hace algunos meses la ciencia padecía la desconfianza de una parte de la población brasileña (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 284), ahora el público la percibe como la herramienta principal para combatir al covid-19, la infección causada por el nuevo coronavirus, el Sars-CoV-2, para el que todavía no existe un tratamiento específico. Este cambio en la percepción de la sociedad se refleja en un estudio publicado en el mes de abril que se llevó a cabo en 10 países, Brasil inclusive, alusivo al índice de confianza pública en los actores políticos, científicos y sociales en el contexto actual de la pandemia. En el marco de la investigación, cuya ejecución llevó adelante la agencia global de comunicación Edelman, fueron entrevistadas 10 mil personas, mil de cada país, y se reveló que para el 85% de los encuestados ahora se necesita escuchar más a los científicos y menos a los políticos en lo que concierne al tema del nuevo coronavirus. En Brasil, ese porcentaje llegó al 89% de las personas consultadas.
Los científicos también figuran como la fuente de información más confiable al respecto del covid-19 para el 91% de los encuestados brasileños, seguidos por los médicos de cabecera (el 86%). A nivel mundial, las organizaciones médicas internacionales, tales como el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), aparecen como las fuentes más confiables para el 75% y el 72% de los entrevistados, respectivamente. Las autoridades gubernamentales recogieron un 48% de las adhesiones de confianza en general, y un 53% en Brasil. En simultáneo, en el mundo, el 74% expresó que los gobiernos y las autoridades médicas deberían compartir más información acerca de los nuevos hallazgos científicos sobre el Sars-CoV-2 y, para el 69%, esa información debería apuntar hacia los avances en la obtención de una vacuna contra el virus.
A juicio del biólogo Atila Iamarino, quien desde hace 13 años se desempeña como divulgador de la ciencia en internet, estos resultados sugieren que la ciencia está recuperando parte del prestigio que otrora había perdido, en mayor o menor grado, en las sociedades de todo el mundo, incluso en Brasil. “En las instancias de crisis sanitaria, tal como la que estamos atravesando con el nuevo coronavirus, es natural que la gente busque las respuestas rápidas y concretas que puede aportar la ciencia”, dice. “Los científicos están supliendo esa demanda, ya sea por medio de investigaciones enfocadas en el desarrollo de una nueva vacuna o bien mediante la concepción de una estrategia de tratamiento contra la enfermedad, como así también mediante explicaciones y orientaciones acerca de cómo lidiar con el virus en las entrevistas que ofrecen en los medios y en internet”. Este compromiso también se ve reflejado en el aumento reciente de la cantidad de científicos que se transformaron en columnistas en algunos de los principales medios de comunicación de Brasil.
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Con todo, esta demanda social no es un proceso que esté exento de efectos colaterales. Según el biólogo, la misma está relacionada, en gran medida, con la ansiedad y la inseguridad asociadas a la falta de una estrategia comprobadamente segura y eficaz contra la nueva enfermedad. “Entre la gente, emerge un impulso primario a apegarse a cualquier cosa que ayude a restablecer la sensación de control sobre sus propias vidas. En una coyuntura de pandemia, esos sentimientos abonan una demanda más intensa de respuestas rápidas de la ciencia, como así también una búsqueda desesperada de alternativas que configuren una solución posible para el problema, tales como un protocolo, un ritual o un medicamento ‘milagroso’”, comenta. Este comportamiento quedó en evidencia con la exaltación de las supuestas potencialidades de la hidroxicloroquina, pese a la ausencia de estudios científicos que comprueben su eficacia en los pacientes con covid-19. Iamarino sugiere incluso que dicho comportamiento no se ciñe solamente al público en general. “Incluso hay algunos científicos que están apegándose a fórmulas rápidas”, resalta el divulgador científico.
Para el filósofo Marcos Nobre, investigador y actual presidente del Centro Brasileiro de Análise e Planejamento (Cebrap), la pandemia del covid-19 puede erigirse como una oportunidad para que los científicos le muestren a la sociedad cómo funciona la ciencia y por qué ella es importante para el desarrollo de las naciones. “Lo peor que los científicos pueden hacer ahora es procurar el beneplácito de la sociedad basándose en la falsa promesa de que dispondrán de una respuesta para la enfermedad en un plazo determinado”, dice.
El físico Peter Schulz, de la Facultad de Ciencias Aplicadas de la Universidad de Campinas (Unicamp) y secretario ejecutivo de comunicación de esa misma institución, comparte esa preocupación. Para él, es importante que los científicos dejen en claro que la ciencia no es una estantería que albergue resultados instantáneos ni productos mágicos. Al contrario. “Este momento impone transparencia y un apuntalamiento de la noción de la ciencia como un proceso lento y complejo, basado en métodos, y cuyos resultados deben someterse a la evaluación de otros científicos de la misma área para poder validárselos; y que esos aspectos constituyen algunas de sus cualidades principales”.
La crisis del nuevo coronavirus también puede servir para que la ciencia le deje en claro a la gente que sus resultados constituyen una consecuencia directa de las inversiones en investigación realizadas por cada país a lo largo de décadas. Nobre cita el caso de la secuenciación del genoma humano, que pudo lograrse en 2003. “En ese entonces, las sociedades no vislumbraron una aplicación para los resultados de ese esfuerzo de investigación”, explica. “Sin embargo, gracias a las inversiones que se hicieron en esa área hace alrededor de 30 años y a la creación de una red amplia de cooperación en ese sentido, hoy en día los científicos cuentan con métodos y herramientas que les permiten secuenciar el genoma del nuevo coronavirus y entender mejor su comportamiento, algo que podría ser fundamental para el desarrollo de una vacuna o de un fármaco destinado al tratamiento de la enfermedad”.
La ciencia, sostiene, ostenta un pasado de logros que legitima la investigación básica como fuente de nuevas aplicaciones y tecnologías. “Urge aprovechar este momento para demostrar de qué manera puede colaborar la investigación impulsada por la curiosidad intelectual de los científicos con miras a preparar a la sociedad para problemas que aún no existen siquiera”.
Para Nobre, que también es docente de filosofía en la Unicamp, uno de los factores que parecen contribuir para que la ciencia recupere parte de la confianza de la sociedad alude al hecho de que el discurso científico, en los últimos meses, se ha disociado del poder político. “La sociedad tiene cada vez más claro que la realidad de la pandemia es muy diferente, y mucho más grave que el panorama que pintan algunos representantes políticos”, comenta el filósofo. “En Brasil, los actos y los discursos del presidente Jair Bolsonaro, en contra de las recomendaciones científicas y de los modelos epidemiológicos fueron decisivos para que se produzca una ruptura entre la ciencia y el poder político”, dice.
Este fenómeno se ve reflejado en la adhesión de una parte significativa de la población a la estrategia de distanciamiento social adoptada en todo el mundo para contener la transmisión del virus. “Mientras que el presidente insiste con su idea de restablecer la actividad económica en el país, gran parte de la población se recluye en sus hogares y, cuando sale, lo hace con mascarillas. Esto significa que la gente, e incluso la inmensa mayoría de los gobernadores, son más proclives a confiar en las recomendaciones basadas en las evidencias científicas que en el discurso del jefe de Estado”.
A su vez, la falsa dicotomía que instauró el gobierno federal entre la implementación de estrategias que contengan el avance del nuevo coronavirus y la preocupación con la recuperación económica promovió un nuevo tipo de polarización política en el país. Esto habría sido decisivo para el aumento reciente de los ataques y amenazas a científicos, periodistas y divulgadores de la ciencia en las redes sociales cuando estos comenzaron a defender la adopción de medidas de distanciamiento social y la paralización de actividades decretadas por los gobiernos de los estados y municipales, a contramano del discurso federal.
Otro aspecto importante del estudio que llevó a cabo la agencia Edelman alude a la proliferación de noticias falsas, a las que hoy en día se las conoce popularmente como fake news, sobre el nuevo coronavirus. En la encuesta, el 74% entre los entrevistados manifestó preocupación debido a la propagación de informaciones falsas en relación con el Sars-CoV-2. En simultáneo, un 45% expresó verse en dificultades para identificar datos confiables sobre el tema. La OMS ya había manifestado su preocupación y había llamado la atención al respecto de la difusión masiva de desinformación, mentiras y rumores sobre la pandemia, caracterizando a ese fenómeno como “infodemia”.
Las redes sociales constituyen la herramienta principal que se utiliza para diseminar fake news, entre las cuales el movimiento en contra de las vacunas es uno de los más activos. En Estados Unidos, un estudio publicado en el mes de mayo en la revista Nature sugiere una tendencia a contar con pocos seguidores entre las páginas en Facebook que propagan contenidos en contra de las vacunas, pero son más numerosas que aquellas que están a favor de la vacunación, y suelen estar vinculadas a discusiones en otras páginas, tales como las asociaciones de padres en escuelas, cuya postura al respecto de la vacunación tiende a variar. Por otra parte, las páginas que explican los beneficios y los principios científicos de las vacunas están vinculadas a redes desconectadas de esos y otros actores involucrados en el debate.
Ante un panorama en el que la falta de una vacuna constituye precisamente el problema principal, esos grupos trabajan para readecuar su discurso, para adaptarlo a la realidad de la pandemia del nuevo coronavirus. Según Dayane Machado, doctoranda del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp, que estudia los movimientos antivacuna en internet, una de las estrategias que utilizan esos grupos se empeña en asociar al covid-19 con teorías conspirativas que involucran a países como China o a grandes empresas farmacéuticas, que habrían fabricado el virus para posteriormente vender y lucrar con una vacuna. “También aparece el relato que indica que el nuevo coronavirus sería una farsa para intentar convencer a la gente acerca de la importancia de las vacunas que se utilizan contra otras enfermedades”, explica la investigadora.
En muchos casos, esos grupos se dedican a instalar dudas al respecto del discurso oficial, sugiriendo la existencia de intereses ocultos detrás de las directivas de los gobiernos, de las organizaciones de salud internacionales, de los resultados de estudios publicados en las revistas científicas y de las noticias transmitidas por la prensa. “La meta consiste en distorsionar la realidad y promover un sentimiento de desconfianza hacia el relato oficial para, inmediatamente, presentar lo que ellos sostienen que es ‘la verdad real’ de los hechos”. Algunos investigadores que estudian ese movimiento advierten, empero, que el mismo puede llegar a comprometer los esfuerzos de inmunización contra el Sars-Cov-2 en caso de que los científicos logren desarrollar una vacuna en los próximos años.
Otra de las estrategias con las que operan esos grupos, según Machado, apela a valerse de la credibilidad que ostentan instituciones reales para legitimar información falsa. “Hay varios casos de rumores que se basan en estudios inventados, muchas veces atribuidos a científicos que no existen desempeñándose en instituciones respetadas, tales como la Universidad Harvard, en Estados Unidos, por ejemplo”, comenta. Un estudio reciente elaborado por investigadores de la Escuela Nacional de Salud Pública Sérgio Arouca, de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), verificó una tendencia similar en Brasil. En dicho trabajo se evaluaron las denuncias y las noticias falsas recopiladas por la aplicación Eu Fiscalizo [Yo superviso] entre el 17 de marzo y el 10 de abril. Ahí constataron que el 71,4% de los mensajes falsos difundidos en la aplicación de mensajería de WhatsApp cita a la Fiocruz como la fuente de textos o estudios sobre el covid-19. La OMS y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en conjunto, suman el 2% de las instituciones mencionadas como fuente de informaciones falsas acerca de cuidados y disposiciones contra el Sars-CoV-2 en mensajes difundidos por medio de esa aplicación.
Los canales de salud alternativa en plataformas tales como YouTube también difunden informaciones falsas sobre la pandemia, de las cuales se alimentan. Según Machado, muchos de esos canales, que suelen propagar informaciones científicas falsas sobre las vacunas, ahora están promocionando terapias y productos alternativos para que la gente “fortalezca” su sistema inmunológico contra el virus para protegerse de la pandemia. “Cuando comparten esos videos en internet, los políticos y las celebridades desempeñan un papel crucial en ese ciclo de desinformación, cuyo alcance es inimaginable”.
Frente a esto, varios países están tomando medidas para tratar de bloquear la propagación de fake news, sobre todo, aquellas que están relacionadas con el covid-19. Con todo, la lucha contra la desinformación científica depende de un esfuerzo más amplio, que atañe al poder público, a científicos, periodistas y divulgadores de ciencia en internet. “La gente nunca estuvo tan dispuesta a escuchar y a hablar sobre ciencia como en el contexto actual”, resalta Iamarino. “Este es el mejor momento para que los científicos se aboquen al desarrollo de estrategias de comunicación con el público”. Para Nobre, esa comunicación debe ser abierta y transparente. “Solo así, la ciencia podrá restablecer efectivamente su legitimidad social”, finaliza.
Artículo científico
Johnson, N. F. et al. The online competition between pro- and anti-vaccination views. Nature. may. 2020.