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TAPA

Pesca prehistórica

Hace cinco mil años, los amerindios pescaban tiburones y corvinas en las costas de Río de Janeiro, tal vez en forma excesiva

Elias Levy/ Flickr Tiburón blanco: una de las más de 20 especies de esos peces que pescaban los pueblos que erigieron los sambaquíesElias Levy/ Flickr

La costa brasileña alberga más de dos mil sambaquíes conocidos, vestigios arqueológicos relacionados con las prácticas funerarias y la dieta de los primeros habitantes del litoral. En el idioma tupí del cual procede esta palabra, sambaquí quiere decir amontonamiento o montículo de conchas [conchal o conchero]. Los pescadores y recolectores prehistóricos, que ocuparon las costas del Atlántico, enterraban a sus muertos en fosas poco profundas recubiertas por conchas y restos de peces, acompañados de utensilios de piedra y hueso. Con el paso del tiempo, los lugares más utilizados para sepulturas acumularon gran cantidad de materiales y se formaron pequeñas lomas, algunas de hasta 30 metros (m) de altura, tal como puede comprobarse en sitios arqueológicos del estado de Santa Catarina. Según un estudio llevado a cabo por investigadores de Río de Janeiro, São Paulo y Río Grande do Sul, la pesca realizada por los amerindios en ciertos tramos del litoral fluminense, cuyos vestigios quedaron registrados en los sambaquíes, pudo haber representado la primera amenaza significativa a las existencias naturales de ciertas especies de peces, tales como corvinas y tiburones.

Los autores del trabajo analizaron más de seis mil fragmentos óseos, dientes y otolitos (cálculos calcáreos que se forman en el oído interno) de peces hallados en 13 sambaquíes de la costa de Río de Janeiro. Estos sitios se encuentran ubicados entre las bahías de Ilha Grande, en Angra dos Reis, e Ilha do Cabo Frio, en Arraial do Cabo, y su antigüedad oscila entre 5.600 y 700 años (vea el mapa). Un análisis de este material, que forma parte del patrimonio arqueológico del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (MN-UFRJ), les proporcionó una idea aproximada de la cantidad y del tamaño de los ejemplares capturados a lo largo de algunos miles de años. También les sirvió como base para arribar a la conclusión de que la captura de peces era una actividad muy desarrollada y diversificada antes de la llegada de los europeos a Brasil. En ese archivo se identificaron 97 especies de peces. “Esa cifra representa el 37% de todas las especies de peces que se han registrado hasta hoy en ese segmento del litoral fluminense”, comenta el paleontólogo marino Orangel Aguilera, de la Universidad Federal Fluminense (UFF) de Niterói, coordinador del estudio, que fue publicado el 29 de julio en el periódico PLOS ONE. “Esos pueblos realmente dominaban el arte de la pesca”.

Las características del registro arqueológico de algunas especies marinas halladas comúnmente en esos conchales indican que ciertos tipos de peces habrían sido capturados en exceso, o bien bajo la forma de ejemplares muy jóvenes, pescados a veces en áreas que funcionaban como nido de cría de esas especies. Esta práctica habría inaugurado el proceso de vulnerabilidad o incluso el de disminución de las poblaciones costeras de algunas variedades de peces. Según Aguilera, los pueblos concheros, a los que en portugués se denomina también sambaquieiros, pescaban en distintos ámbitos marinos, en áreas playas y en aguas profundas, desde playas arenosas pegadas a la costa hasta el lecho rocoso del océano repleto de peces. Pese a que hay registros arqueológicos que indican que el hombre pesca desde hace al menos 40 mil años, existen pocos estudios sobre un eventual impacto ambiental por la captura de peces en la prehistoria. Un trabajo singular, llevado a cabo en 2010 por el Centro de Investigaciones Pesqueras de Cuba, sugiere incluso que los amerindios no disponían de la tecnología necesaria como para explotar la mayor parte de la abundancia de seres marinos del Caribe, conclusión refutada ahora por el investigador de la UFF.

Los vestigios marinos recuperados en los sambaquíes fluminenses son testimonio de una actividad de pesca intensiva en aquella región. La especie con mayor cantidad de registros y, probablemente, la que capturaron con mayor asiduidad los pescadores-recolectores del litoral fluminense, es la corvina rubia (Micropogonias furnieri). Se estudiaron 5.532 otolitos de esta especie, que habita los lechos lodosos y arenosos de las aguas costeras o de estuarios y puede alcanzar unos 70 centímetros (cm) de largo. “En la actualidad, la corvina rubia es la segunda especie más pescada en el litoral brasileño, tan sólo detrás de la sardina”, informa el oceanógrafo Acácio Tomás, investigador del Instituto de Pesca de Santos y coautor del estudio. “Los pueblos primitivos también deben haber pescado sardinas, pero desgraciadamente no contamos con registros de esa especie entre el material recolectado en los conchales fluminenses”, explica Tomás. En 11 de los 13 sitios arqueológicos estudiados se hallaron vestigios de M. furnieri. La ubicuidad de la especie en los sambaquíes permitió calcular el impacto causado por la pesca en las existencias de corvinas durante los últimos cinco mil años. Según estimaciones de los científicos, se produjo una reducción del 28% en el tamaño medio de las corvinas desde aquella época hasta los días actuales a causa de la explotación continua de la especie.

A Orangel Aguilera y sus colaboradores también les llamó la atención la marcada presencia de vestigios de tiburones adultos y crías, sobre todo, de algunas especies con hábitat oceánico (lejos de la costa). Examinaron 660 vértebras fosilizadas, además de dientes y huesos del cráneo de más de 20 especies diferentes de esos peces, tales como el tiburón blanco (Carcharodon carcharias), el tiburón toro (Carcharias taurus), el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier) y el tiburón martillo (Sphyma lewini). Los autores del trabajo interpretan esa abundancia de registros como un indicio de que las poblaciones que erigieron los sambaquíes eran muy diestras en el arte de la pesca.

Según los cálculos de los investigadores, los huesos estudiados pertenecieron a ejemplares cuya longitud oscilaba entre unos 30 cm, en el caso de las crías, y 2,5 m, para los ejemplares adultos. Los tiburones que capturaban estos pueblos eran casi siempre menores que el tamaño promedio estimado actualmente para esas mismas especies, actualmente consideradas vulnerables o en riesgo de extinción. Probablemente hayan sido fruto de una pesca excesiva en áreas de cría, importante para el mantenimiento de la capacidad reproductiva de esos animales. Entre los restos de rayas presentes en los conchales, los más abundantes fueron los de rayas jaspeadas, también denominadas chuchos (Aetobatus narinari).

Cláudio D. Timm/ Wikipedia Corvina rubia: esta especie era la más pescada entre los sambaquieiros fluminensesCláudio D. Timm/ Wikipedia

¿Canoas y redes de pesca?
La ubicación de los sitios arqueológicos constituye un indicador de que los amerindios no se instalaron por azar en esas latitudes. Los 13 sambaquíes se distribuyen sobre una franja de alrededor de 270 kilómetros del litoral fluminense conocida por ser un área de surgencia o afloramiento de aguas profundas, ricas en nutrientes. En los puntos de la costa donde ocurre este fenómeno oceanográfico tiende a haber mayores concentraciones de peces. “Estos pueblos eran grandes recolectores de mariscos, pero esa comida no era suficiente para alimentarlos. Su sostén eran, básicamente, los peces”, dice la arqueóloga Tania Andrade Lima, del MN-UFRJ, otra de las coautoras del estudio. “Ellos conocían muy bien el hábitat marino y pescaban, tanto en la costa como en alta mar”. Más allá de que constituían la base de la dieta de esos aborígenes, los seres marinos capturados también pudieron utilizarse en rituales funerarios, como es el caso de las conchas enterradas junto a los muertos, o en la confección de objetos decorativos. Los dientes de tiburón se perforaban para utilizarlos como piezas de collares, un tipo de adorno hallado comúnmente en los sambaquíes.

Si bien todos los conchales analizados en el estudio se encuentran en las cercanías de una zona de surgencia, los sitios pueden agruparse de acuerdo con algunas particularidades geográficas. El sambaquí de Acaiá está ubicado en Ilha Grande. Los sitios de Algodão, Major, Bigode, Caieira y Peri, se encuentran en islotes o en áreas rocosas costeras de Baía do Ribeira, en Angra dos Reis. Por su parte, Camboinhas se alza sobre una planicie arenosa costera dominada por lagunas en la región oceánica de Niterói. Los sambaquíes de Saquarema, Beirada, Manitiba y Ponte do Girau ocupan un espacio de llanuras arenosas, también enmarcado por lagunas costeras, en la región de Saquarema. Finalmente, Ilha do Cabo Frio, en el municipio de Arraial do Cabo, alberga dos sitios: Usiminas, sobre un sustrato rocoso, y el homónimo Ilha do Cabo Frio, sobre una zona de dunas.

Lopes et al. 2016. PLOS ONE Dientes de tiburón: usados como cuentas de collaresLopes et al. 2016. PLOS ONE

Para explotar tal diversidad de ambientes marinos, los investigadores plantean la hipótesis de que los pueblos del pasado desarrollaron estrategias y herramientas de pesca. La captura de ejemplares marinos probablemente se habría beneficiado por el empleo de líneas y redes de enmalle fabricadas con fibras vegetales, anzuelos y arpones confeccionados con huesos de animales. La búsqueda de especies que habitaban lejos de la costa o de islas estratégicas para la pesca en mar abierto requería el uso de alguna forma de embarcación. “No disponemos de registros arqueológicos de canoas o redes, que se elaboraban con madera y fibras vegetales que no perduran en el tiempo”, explica Aguilera, quien contó con la ayuda de dos alumnas de posgrado de la UFF ‒Mariana Lopes y Thayse Bertucci‒ para la elaboración del artículo. Empero, hay evidencias indirectas acerca de que los nativos americanos eran eximios pescadores: en los conchales se hallaron proyectiles hechos de hueso, que se habrían empleado para asestarle el golpe de gracia a especímenes de gran porte; herramientas de piedra, también presentes en algunos sitios, podrían haberse utilizado para la confección de canoas.

El arqueólogo Paulo DeBlasis, del Museo de Arqueología y Etnografía de la Universidad de São Paulo (MAE-USP), estudioso de los sambaquíes de la costa brasileña, en particular, los del estado de Santa Catarina, elogia el trabajo de Aguilera y sus colegas. “El artículo adopta un abordaje muy interesante al respecto de la relación de los pueblos de los concheros con la pesca marina”, afirma. Según el arqueólogo del MAE, aún hoy en día, algunos científicos más tradicionalistas consideran que, debido a la abundancia de conchas en los sambaquíes, la base de la dieta de los habitantes prehistóricos del litoral estaba constituida por los frutos de mar. “En Santa Catarina, también hay sitios arqueológicos en islas. Desde hace tiempo, tenemos la sospecha de que  eran grandes pescadores, además de cazar mamíferos marinos y terrestres”.

Lopes et al. 2016. PLOS ONE Vestigios de otros peces de los sambaquis fluminenses: se analizaron más de seis mil piezasLopes et al. 2016. PLOS ONE

No se sabe hasta qué punto las plantas y los cultivos agrícolas también formaron parte del menú de los amerindios costeros. Hace cinco años, la bioantropóloga Sabine Eggers, del Instituto de Biociencias (IB) de la USP, reconstruyó la dieta de Luzio, un aborigen americano que vivió hace unos 10 mil años en un sambaquí del río de la zona de Vale do Ribeira (São Paulo), a alrededor de 100 kilómetros de distancia de la costa actual. El resultado de ese estudio fue sorprendente: Luzio se alimentaba con carne de caza, tubérculos, frutas y casi ningún pez o crustáceo, ni de agua dulce ni marino. No obstante, a juzgar por el nuevo trabajo realizado con el material de los sambaquíes de Río de Janeiro, a los pueblos antiguos de la costa fluminense les gustaba también comer un buen pescado.

Artículo científico
LOPES, M. S. et al. The path towards endangered species: Prehistoric fisheries in Southeastern Brazil. PLOS ONE. 29 de jun. 2016.

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