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PERFIL

Retos amazónicos

La ecóloga Rita Mesquita extendió su mirada sobre las aves a la selva en su conjunto y, además de investigar, se dedica a la política ambiental

En el Inpa, Mesquita muestra unos frutos de cajá (o taperebá en algunas regiones de Brasil), muy utilizados para elaborar zumos y helados en la región

Junio Matos

Como coordinadora de extensión del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia (Inpa) desde 2017, Rita Mesquita, nacida Minas Gerais, se encarga de divulgar los resultados científicos de la institución. Con la llegada de la pandemia, su equipo tuvo que buscar nuevas maneras para poder llevar a cabo sus actividades. “Tuvimos que aprender a trabajar más con las redes sociales y YouTube y empezamos a recibir pedidos de escuelas de fuera de Manaos, y hasta de São Paulo, para realizar visitas virtuales al Bosque de la Ciencia”, recuerda, al hacer referencia al espacio dedicado a la educación y a la divulgación científica que funciona dentro del Inpa. La prodigalidad de los encuentros virtuales entre investigadores también posibilitó la creación de una colección de entrevistas, ponencias y clases que ha contribuido en la construcción de la memoria de la ciencia en la Amazonia. En el marco del proyecto que coordina sobre las selvas en regeneración, el trabajo a distancia ha propiciado la creación de una gran base de datos en colaboración con más de 20 investigadores de 12 instituciones. “La posibilidad de trabajar a distancia está cambiando la forma de hacer ciencia”.

Durante sus estudios de grado en biología, en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), Mesquita se enteró del Proyecto Dinámica Biológica de Fragmentos Forestales (PDBFF), por entonces recién creado en el Inpa por el ecólogo estadounidense Thomas Lovejoy (1941-2021), y le envió una carta al ornitólogo Richard (Rob) Bierregard, mostrándole su interés en la iniciativa. Como respuesta, recibió un pasaje aéreo que le permitió viajar a Manaos al día siguiente de su graduación, en febrero de 1985. En su segunda noche en el estado de Amazonas, desafió el frío envuelta en una toalla de baño, en una hamaca en medio de la selva fría y húmeda durante la madrugada.

“Se suponía que iba a ser una pasantía de algunos meses, y se convirtió en toda una vida”, que resume al referirse a sus últimos casi 40 años. Fue en el Inpa donde conoció a su marido, el biólogo estadounidense Mario Cohn-Haft, quien también había viajado a Manaos atraído por el proyecto.

La deforestación rutinaria de la que Mesquita fue testigo, la llevó a desviarse de su enfoque en las aves, que había estudiado en su maestría. “Ya no podía seguir dedicándome solo a los pájaros”. Entonces comenzó a trabajar con los ecosistemas, para contribuir a la política ambiental. Durante su doctorado en la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, la investigadora desarrolló ecuaciones que se siguen utilizando hasta ahora para mejorar la métrica de las emisiones de los montes degradados.

De regreso en el Inpa, trabajó como consultora en la adaptación de los criterios ambientales para la certificación FSC (Forest Stewardship Council) de la selva amazónica, fue coordinadora científica del PDBFF y, en 2004, pasó a ser subsecretaria de gestión ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible del Estado de Amazonas. En la función pública, se dedicó a la captación de recursos internacionales para la conservación y participó en la estructuración del sistema estadual de áreas protegidas.

En su recorrido entre la investigación y la función pública, de 2008 a 2012 Mesquita integró la coordinación del Jardín Botánico de Manaos y fue directora técnica del Museo de la Amazonia (Musa), que pertenece al Inpa. Entre 2010 y 2016, creó y dirigió el programa de maestría profesional en gestión de áreas protegidas de la Amazonia.

“Cada dos o tres años, cambio de profesión”, bromea. Ahora que ya lleva media década como responsable del programa de extensión, comienza a sentir la necesidad de un nuevo cambio. De momento, a sus 60 años, Mesquita está interesada en ver de qué manera la ciencia puede contribuir más con las políticas públicas para la Amazonia y explorar su potencial para unificar la defensa de la selva y de la gente que vive en la región. “Nunca me he aventurado en los negocios, y muy poco en la política”, dice entusiasmada.

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