Un diagrama publicado en las redes sociales ha encendido el debate sobre un tipo de contribución de las mujeres científicas que ha sido escasamente abordado en los estudios de género: su labor como supervisoras de alumnos y en la formación de nuevas generaciones de investigadores. La imagen, que se asemeja a la copa de un árbol vista desde arriba, está formada por grafos –estructuras compuestas por nodos conectados por aristas– y sus ramas representan las redes de descendientes académicos de 50 investigadoras brasileñas. El trabajo, elaborado y divulgado en Twitter por el inmunólogo Helder Nakaya, investigador sénior del Hospital Israelita Albert Einstein, ha dejado al descubierto un legado académico denso y prolífico que ha llegado a sumar 32.000 investigadores, entre descendientes directos (los alumnos dirigidos por ellas) e indirectos (las generaciones posteriores, compuestas por los pupilos de esos dirigidos y sus alumnos).
Algunas de las investigadoras mencionadas en la obra y sus discípulos compartieron el trabajo en las redes sociales y celebraron sus resultados. “Es un privilegio poder ver cuántos nietos y bisnietos académicos tengo y cómo ha sido posible, en la investigación de la química de productos naturales, formar excelentes alumnos”, comenta Vanderlan Bolzani, del Instituto de Química de Araraquara, de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), quien tiene 169 descendientes académicos distribuidos en tres generaciones. Bolzani pone de relieve que los datos de la genealogía académica revelan la influencia del trabajo de las mujeres científicas que no captan otros indicadores. “Para formar buenos investigadores se necesita hacer ciencia de calidad, garantizar la financiación de proyectos y establecer colaboraciones internacionales”, dice. También advierte que, incluso formando a mucha gente, las mujeres siguen teniendo dificultades para obtener el debido reconocimiento y son pocas las que llegan a ocupar puestos de mando. Un estudio realizado en 2018 reveló que, de los 518 miembros titulares de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC), solo el 14 % correspondía a mujeres. De los 67 rectores vinculados a la Asociación Nacional de Directores de Instituciones Federales de Educación Superior (Andifes), solamente 13 son mujeres.
Para Bolzani, quien también es miembro del Consejo Superior de la FAPESP, los datos referentes al aporte femenino a la formación de recursos humanos son de especial importancia en un momento en que los científicos debaten cómo colaborar para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. “El equilibrio de género es una de las metas por alcanzar”, recuerda.
“Me han sorprendido estos resultados, pues no considero que haya formado a muchos alumnos”, pondera Belita Koiller, del Instituto de Física de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Ella es la primera física elegida como miembro titular de la ABC, laureada en 2005 con el Premio Internacional L’Oreal– Unesco por las Mujeres en la Ciencia, y tiene 11 descendientes directos y 124 indirectos. Lo más importante de este legado, dice, es la calidad de los investigadores que ha dirigido. “Me propuse formar alumnos mejores que yo y me aseguré de que todos tuvieran acceso a una experiencia en el exterior”, afirma. Koiller lamenta que la física se encuentre atrasada en comparación con otros campos del conocimiento en cuanto a su capacidad de atraer más talentos femeninos y proporcionarles las condiciones para que florezcan. Pero cree que los reconocimientos públicos, a ejemplo del Premio Internacional L’Oreal – Unesco que recibió y el Premio para Jóvenes Investigadoras ABC L’Oreal – Unesco que ayudó a implementar en Brasil, en 2006, romperán algunas barreras, le darán visibilidad a las científicas y reducirán las disparidades.
La Plataforma Acácia aporta información para estudios sobre la genealogía académica y es consultada por investigadores interesados en rastrear su contribución
Claudia Bauzer Medeiros, del Instituto de Computación de la Universidad de Campinas (IC-Unicamp), fue informada del trabajo de Nakaya por un exalumno. “Me sentí halagada de estar en tan buena compañía”, dijo. Hoy en día, ella aún mantiene contacto con la mayoría de sus discípulos. “Sigo la trayectoria de unos 50 de los 70 magísteres y doctores que dirigí. El año pasado me organizaron una fiesta de cumpleaños online. Hubo quienes se conectaron desde Estados Unidos, Australia e Inglaterra. Es un orgullo haber formado a profesionales de calidad que actualmente trabajan en la industria, en la universidad y en centros de investigación en el extranjero”, dice la investigadora, que tiene 325 descendientes, entre directos e indirectos. Fue la primera docente brasileña que obtuvo un doctorado en ciencias de la computación en el exterior y es una promotora de la participación femenina en ese campo, muy escasa, habiendo generado iniciativas para la atracción de talentos cuando presidía la Sociedad Brasileña de Computación. “En la actualidad, a casi 20 años de aquel punto de partida, la SBC dispone de un programa permanente –Meninas Digitais [Chicas Digitales, en portugués]– donde miles de jóvenes brasileñas de entre 7 y 18 años aprenden a programar, a construir robots y a desarrollar proyectos, gracias a la gran labor de cientos de docentes participantes. Estoy feliz de haber contribuido a ello”. Si se considera la realidad de este campo del conocimiento, consiguió atraer a un número respetable de alumnas: de los 20 doctores que formó, 5 son mujeres, y también 16 de los 53 magísteres.
En un principio, Nakaya realizó la investigación por mera curiosidad. Para ello exploró una base de datos sobre genealogía académica creada por investigadores de la Universidad Federal del ABC (UFABC) para alimentar un grupo de debate entre investigadores en el cual participa en WhatsApp. Construyó el árbol genealógico de 19 científicos, demostrando cuánto habían contribuido en la formación de nuevos investigadores. Recibió críticas por la bajísima presencia femenina en su muestra, donde solo 2 de los 19 eran mujeres: la genetista Mayana Zatz, de la USP, y la bioquímica Helena Nader, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). Notó que el aporte de ellas no le iba en zaga al de los varones, entre quienes figuraban rectores y directores de grandes centros de investigación. “Entonces decidí hacer un estudio exclusivamente con nombres femeninos”, relata. La elección de las 50 científicas se ajustó a criterios un tanto subjetivos. Buscó nombres de investigadoras aún vivas en registros como el de la Academia Brasileña de Ciencias e incluyó a otras que recordaba. Se preocupó de incluir nombres de las ciencias humanas y sociales, tales como la demógrafa Elza Berquó, del Centro Brasileiro de Análise e Planejamento (Cebrap) y de la Unicamp, y la economista Maria de Coceição Tavares, de la UFRJ. “Recibí nuevas críticas, en este caso por las omisiones. Todos se acordaban de algún nombre importante que había quedado afuera”, comenta.
El trabajo de Nakaya fue posible gracias a un proyecto con sede en la UFABC que, desde 2016, permite mapear la genealogía académica a partir de datos extraídos de la Plataforma Lattes de currículums (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 249). La llamada Plataforma Acácia, en alusión a la forma de las ramas de ese árbol nativo de Australia, posee datos sobre 1,2 millones de académicos brasileños, e informa cuántos descendientes tiene cada uno de ellos, cuántas generaciones ha formado, además de la cantidad de “primos”, investigadores que compartieron el mismo “abuelo” académico. “Pretendemos ampliar los datos y las posibilidades de investigar en la plataforma”, dice Jesús Pascual Mena-Chalco, del Centro de Matemática, Computación y Cognición de la UFABC y coordinador del proyecto. “Actualmente, la información se encuentra disponible a nivel de individuos. La idea es que se puedan hacer análisis que abarquen a las universidades, para demostrar cómo han sido influenciadas por otras instituciones, tal como en el caso de la UFABC, en donde la mayoría de sus investigadores provienen de la USP, o indicar las disciplinas y campos del conocimiento que aportaron recursos humanos a otras áreas”.
Mena-Chalco comenta que la base de datos ha alimentado estudios sobre la genealogía académica y viene siendo objeto de consulta por parte de investigadores interesados en determinar el impacto de su labor en la generación de recursos humanos. “La plataforma permite varias lecturas sobre las trayectorias académicas, tal como puede verse ahora en el trabajo sobre las 50 investigadoras brasileñas”, dice.
El estudio de Nakaya se desplegará. El inmunólogo acordó colaborar con el Instituto para a Valorização da Educação e a Pesquisa no Estado de São Paulo (Ivepesp), una organización sin fines de lucro integrada por docentes y científicos, para crear o mejorar los perfiles de las 50 investigadoras en la biblioteca virtual Wikipedia; y se propone movilizar a los descendientes académicos de las investigadoras para llevar a cabo esa tarea. Las entradas de Wikipedia se construyen a partir de información confiable disponible en internet y el objetivo del biólogo es producir textos que respalden el perfil de las investigadoras. “Y queremos que sus exalumnos colaboren a la hora de relatar el aporte brindado por esas científicas”, dice. El físico Helio Dias, director del Ivepesp e investigador jubilado del Instituto de Física de la USP, contempla contratar a becarios que ayuden a realizar las entrevistas y a recabar datos del perfil de esas mujeres. Quien también está dispuesta a colaborar es Yvonne Mascarenhas, del Instituto de Química de São Carlos en la USP, una de las 50 investigadoras de la lista.
La iniciativa se asemeja a un proyecto que llevó a cabo la física británica Jessica Wade, del Imperial College London, para combatir la escasez de perfiles femeninos en Wikipedia. En colaboración con la periodista Angela Saini, en 2017 puso en marcha el proyecto “Una científica por día en Wikipedia”, un esfuerzo para publicar biografías de investigadoras de diversos países. Ellas ya han editado cientos de biografías (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 276). Al menos en un caso, el proyecto brasileño se superpondrá con el británico. Uno de los perfiles en inglés elaborados por Wade y Saini fue el de Helena Nader, de la Unifesp. “Jessica Wade participó en un debate conmigo en el Museo del Mañana, de Río de Janeiro, en 2019, sobre las mujeres en la ciencia. “Al buscar mi perfil en Wikipedia no lo encontró. Entonces Angela Saini puso manos a la obra y lo hizo”, recuerda Nader, quien según los registros de la Plataforma Acácia ya tiene 497 descendientes, 66 de ellos directos.
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