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Zoología

Los viajes de las tortugas marinas

La genética ayuda a delimitar las poblaciones de una especie amenazada de extinción

Tartaruga_@Rainer von BrandisRainer von BrandisSon animales discretos en el agua, pero en tierra parecen sumamente vulnerables cuando se arrastran por la arena en busca de un lugar donde depositar sus huevos. En el mar, las tortugas carey están en casa, y deslizándose debajo del agua, pueden migrar de un área de reproducción en las islas Seychelles, en el océano Índico, para alimentarse en el Atlántico, en la región de Fernando de Noronha. Son puntos con latitudes muy cercanas, pero, para llegar de uno al otro es necesario bordear África, cosa que ellas parecen hacer casi como si fuesen del dormitorio a la cocina, aunque raramente. La genetista Sarah Vargas, docente de la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes), pretende entender mejor estos periplos, en parte para indicar áreas que puedan ayudar a evitar la extinción de la especie, considerada críticamente amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en ingles). El trabajo de la investigadora ya aportó una buena noticia: esas tortugas, famosas por desovar en el lugar donde nacieron, parecen tener alguna flexibilidad en sus rutas, de acuerdo con un artículo que saldrá destacado en la portada de una de las próximas ediciones de la revista Journal of Heredity.

Durante el año que pasó en Australia en el laboratorio de la evolucionista Nancy Fitz-Simmons, en ese entonces en la Universidad de Canberra, Vargas analizó el ADN de muestras de piel de esas tortugas recogidas en 13 puntos de nidificación (donde ponen sus huevos) distintos de los océanos Índico y Pacífico, una región conocida como Indo-Pacífico: en Irán, en Arabia Saudita, en las  islas Seychelles, en las islas Chagos, en Malasia, en Australia y en las islas Salomón. “Las poblaciones de esa región no estaban caracterizadas”, comenta la brasileña, quien en aquel momento cursaba su doctorado en la Universidad Federal de Minas Gerais bajo la dirección del genetista Fabrício Santos. “Cuando hacemos muestreo de tortugas prisioneras en redes de pesca en el Atlántico, no hay manera de saber de dónde provienen si no conocemos la mayor cantidad posible de poblaciones.”

Debido a que el estudio de la ecología de estos animales es una tarea que reviste más desafíos que satisfacciones (transmisores de radio, que permiten seguirlas, pueden despegarse de caparazón en pocos meses), la genética termina siendo el recurso posible. En 2015, ya siendo profesora de la Ufes, Vargas regresó a Australia como becaria de posdoctorado del programa Ciencia sin Fronteras del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), y pasó 10 meses en la Universidad de Sidney analizando los datos en el laboratorio del evolucionista computacional Simon Ho. Los resultados echaron por tierra el dogma de que las tortugas necesariamente regresan a la playa natal para concretar su propia reproducción, al mostrar que existe una mezcla genética entre linajes maternos con orígenes distintos, y también indicaron que la separación de poblaciones es más compleja de lo que se pensaba.

Como en el océano no existen barreras geográficas obvias, la distancia entre áreas de reproducción es tenida como la principal separación entre poblaciones: 500 kilómetros (km) serían suficientes como para asegurar la diferenciación genética. Pero no es eso lo que apareció en los datos. O al menos no siempre. Las tortugas que nidifican en dos áreas en la costa iraní separadas por alrededor de 200 km parecen ser de poblaciones separadas, pero cada una de ellas está en contacto reproductivo con Arabia Saudita, del otro lado del golfo Pérsico. “Creemos que es porque cada uno de los puntos en Irán está más cerca de Arabia Saudita que uno del otro”, explica Vargas. Lo contrario también sorprendió: dos áreas de Australia separadas por 800 km son homogéneas desde el punto de vista genético. “No debería haber intercambio genético entre esas dos poblaciones porque una de ellas tiene su pico de desova en verano y la otra en inverno y en primavera”, dice Sarah. “Esta distinción temporal debería funcionar como una barrera reproductiva”. La explicación posible indica que la separación entre esas poblaciones es reciente y aún no se refleja en el ADN mitocondrial, el tipo de material genético analizado en el estudio, que funciona como un testigo de la historia más antigua.

Los resultados permiten identificar ocho áreas, entre los 13 puntos de muestreo, que deben estar representadas en unidades regionales de manejo de conservación para asegurar el mantenimiento de los linajes distintos de las tortugas de esa especie en el Indo-Pacífico. Ahora Vargas pretende caracterizar poblaciones del delta del Parnaíba, entre los estados de Piauí y Maranhão, tanto de la tortuga carey (Eretmochelys imbricata) como de la tortuga laúd (Dermochelys coriacea), para saber de dónde provienen y desde hace cuánto tiempo están en la región.

Otros estudios, como el de la oceanógrafa Maira Proietti, docente de la Universidad Federal de Rio Grande (Furg) y publicado en 2014 en PLoS One, muestran que mucha de las tortugas carey que se alimentan en aguas brasileñas tienen origen local, fundamentalmente Bahía y Rio Grande do Norte, pero sin excluir los intercambios con el Caribe y África. El grupo analizó muestras de 157 tortugas jóvenes recolectadas en áreas de alimentación en el Caribe y en Brasil –incluso de la región costera desde de Rio Grande do Sul hasta Ceará y de los archipiélagos de Fernando de Noronha y São Pedro y São Paulo, respectivamente, a alrededor de 350 km y mil km de la costa– y detectó una cierta homogeneidad, aunque es posible discernir una estructura genética asociada a las corrientes marinas. “Las corrientes parecen influir sobre el modo de dispersión de estos animales en el océano”, comenta Proietti, quien comparó los datos genéticos con el rastreo de boyas de deriva arrojadas al mar en el marco de proyectos internacionales.

Para dos de las muestras no fue posible identificar la población de origen. “Resulta sumamente importante caracterizar más áreas para aumentar la resolución en el análisis”, pondera la investigadora, quien no descarta que las tortugas en cuestión hayan llegado procedentes de áreas distantes, igual que las estudiadas por Vargas. Proietti hace hincapié en la importancia de mapear la conexión entre las áreas, ya que los impactos ecológicos en un sitio pueden afectar a los animales que están muy lejos del mismo.

La genética puede ser la base para delinear planes de manejo, importantes no sólo debido a la protección de las tortugas en sí misma, que en Brasil se hace de manera cuidadosa en el marco del proyecto Tamar, sino también por la importancia ecológica de estos animales. Las tortugas carey se alimentan de esponjas, anémonas, calamares y gambas, y al controlar la población de esos organismos ayudan a mantener la salud de los arrecifes coralinos. Pese a que aún existe alguna explotación de la tortuga carey en el mundo, tanto para uso del caparazón como para alimento, aparte de la captura accidental en redes de pesca, sumada a la ingestión de basura marina, la legislación las protege. Legalmente, no se pueden fabricar más peines con sus caparazones.

Artículos científicos
VARGAS, S. M. et al. Phylogeography, genetic diversity, and management units of hawksbill turtles in the Indo-Pacific. Journal of Heredity. on-line. 27 nov. 2015.
PROIETTI, M. C. et al. Genetic structure and natal origins of immature hawksbill turtles (Eretmochelys imbricata) in Brazilian waters. PLoS One. v. 9, n. 2, e88746. fev. 2014.

 

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