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Entrevista

Cristiana Toscano: Un esfuerzo global inédito

La única brasileña que integra el comité de vacunas de la OMS sostiene que el mundo trabaja en un esfuerzo mancomunado sin precedentes para desarrollar un agente inmunizante en tiempo récord

Pedro Toscano Soares

La médica infectóloga Cristiana Toscano, de 48 años, docente del Instituto de Patología Tropical y Salud Pública de la Universidad Federal de Goiás (UFG) y experta en epidemiología de enfermedades infecciosas, fue designada al comienzo del mes de junio para formar parte del Grupo de Trabajo de Vacunas para el Covid-19 del Grupo de Expertos en Asesoramiento Estratégico sobre Inmunización (Sage) de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este equipo científico se aboca a la revisión de los estudios en curso de las candidatas a vacunas contra el nuevo coronavirus, como así también a encauzar las estrategias de vacunación. La comisión está integrada por 13 especialistas incluida Toscano, que es la única representante brasileña.

Como resultado del esfuerzo inédito global para la aprobación de una vacuna que pueda estar lista para su uso hacia el final del primer semestre de 2021, se están acelerando varias de las etapas del proceso. “En la OMS, ya estamos discutiendo las estrategias y prioridades de vacunación. Esto normalmente se haría después de que una o más vacunas estuvieran disponibles y debidamente registradas”, afirma Toscano, quien posee una extensa trayectoria de trabajo en el área de la salud en organismos internacionales.

En esta entrevista que le concedió por etapas a Pesquisa FAPESP, ella relata lo que se está haciendo para facilitar un acceso equitativo global a la vacuna, y evitar que se repita lo que ocurrió durante la pandemia de H1N1 (gripe A) en 2009, cuando los países en desarrollo recibieron el inmunizante al menos seis meses después que las naciones desarrolladas.

Es muy raro que una vacuna pueda desarrollarse en menos de 10 años. ¿En cuánto tiempo estima la OMS que dispondremos de una vacuna segura y eficaz contra el covid-19?
Vivimos una instancia histórica sin precedentes en cuanto a la velocidad y a la cooperación internacional e intersectorial para promover el desarrollo rápido de vacunas contra el covid-19, así como su producción, su distribución y la posibilidad de acceso a escala global. En el supuesto de que algunas de las posibles vacunas que se están evaluando en humanos sean aprobadas en todas sus etapas de investigación clínica, puede pensarse, siendo optimistas, en un escenario de 12 a 18 meses contando desde el inicio de los estudios de las candidatas. Eso sería entre marzo y agosto de 2021.

¿Cuáles son las dificultades que surgen para un desarrollo en tan poco tiempo?
Se plantean innumerables retos. Hay que realizar los estudios preclínicos, que contemplan ensayos in vitro y en modelos animales, y los clínicos, en los cuales se evalúa su seguridad, inmunogenicidad y eficacia en humanos. Eso lleva su tiempo. Con todo, hay procesos que pueden facilitarse. Algunas de las etapas pueden realizarse en forma simultánea en lugar de seguir toda la secuencia usual, pero deben cumplirse para poder garantizar la seguridad y eficacia de la vacuna. El hecho de que haya tantos grupos trabajando en candidatas a vacunas y utilizando distintas tecnologías es algo maravilloso. Hay más posibilidades de obtener una vacuna eficaz entre las alrededor de 150 candidatas que se están estudiando, según las cifras más recientes recabadas por la OMS. Históricamente, las dos terceras partes de las candidatas nunca llegan a cumplimentar todas las etapas requeridas.

¿Entonces es cierto que se pueden acelerar etapas?
Así es. Cuando se iniciaron los estudios de la fase II en humanos de las primeras posibles vacunas, se organizó el grupo de trabajo para vacunas contra el covid-19 del Sage, del cual formo parte. Ya estamos discutiendo estrategias de vacunación, evaluando las investigaciones en curso y considerando a las candidatas más avanzadas. Eso normalmente comenzaría luego de que una o más vacunas estuvieran disponibles y registradas para su uso. Además, la aceleración de su desarrollo implica necesariamente financiación para que los grupos avancen rápido y en forma simultánea. Hay que incentivar al sector productivo para que asuma riesgos mayores, tales como la producción a escala de vacunas para su uso en los ensayos clínicos de la fase III cuando las mismas aún se encuentran atravesando las pruebas de las fases I y II. E incluso a posteriori, para que cuando aún estén en curso los ensayos clínicos de la fase III, ya se promueva la ampliación de la producción para su uso a gran escala, asumiendo que el resultado de los estudios será positivo y que la vacuna contará con su licencia. Por último, se necesita de una cooperación global para impulsar la totalidad del proceso de una manera articulada y rápida.

En lugar de tantas candidatas desarrollándose en simultáneo, ¿no sería más lógico que el mundo aunara esfuerzos para desarrollar una sola vacuna?
Hoy en día existe una colaboración intersectorial internacional importante y probablemente por ese motivo disponemos de tantas candidatas en etapa de estudios preclínicos y clínicos. Distintas iniciativas, tales como el Cepi [Coalition for Epidemic Preparedness and Innovations], una alianza internacional creada para coordinar esfuerzos con miras a desarrollar vacunas contra epidemias, y Activ [Accelerating Covid-19 Therapeutic Interventions and Vaccines], en Estados Unidos, constituyen buenos ejemplos de ese esfuerzo. En lo que se refiere al acceso a las vacunas, sobresale la iniciativa ACT [Access to Covid-19 Tools] Accelerator, coordinada por la OMS y en la cual participan entidades filantrópicas, gobiernos y productores de vacunas. Su objetivo consiste en facilitar un acceso equitativo global. En el mes de junio, en la Cumbre Global de Vacunas, en el Reino Unido, se formó un fondo de 8.800 millones de dólares para asegurar que los países en desarrollo tengan acceso a las vacunas contra el covid-19.

La prioridad es disponer de una vacuna para todo el mundo, porque ningún país es una burbuja

Otro de los grandes desafíos parece residir en la distribución de la vacuna, de forma tal que pueda estar disponible rápidamente en todo el mundo. ¿La OMS tiene alguna orientación al respecto?
La disponibilidad de la vacuna para todo el mundo es una prioridad, y la iniciativa ACT señala que ese es un tema que debe abordarse, porque ningún país es una burbuja. No vivimos en un mundo en el cual sea suficiente que un país proteja a su propia población, ni mucho menos es aceptable desde un punto de vista ético y humanitario. Debe protegerse a la humanidad en su conjunto y, si disponemos de la tecnología necesaria para ello, tornarla accesible para todos es primordial.

¿Los países periféricos podrían demorar en recibir la vacuna?
Eso es lo que ocurrió durante la pandemia de influenza causada por el virus H1N1, en 2009, cuando los países menos desarrollados recibieron la vacuna seis meses después que las naciones desarrolladas. Esperamos que eso ahora no suceda. Además de las iniciativas globales mencionadas, una estrategia que no es reciente está constituida por los acuerdos de transferencia de tecnología. Por medio de ellos, la provisión de la vacuna por quien dispone de la patente está asegurada a través de un contrato de compra sujeto a la transferencia de la tecnología de producción del inmunizante a una institución productora, generalmente de un país en desarrollo. Estos acuerdos, que casi siempre se firman luego de la finalización de los estudios clínicos y de la aprobación de la vacuna, se están pactando con anticipación, teniendo en cuenta una “apuesta” por una vacuna, incluso antes del inicio de las pruebas de la fase III. Este es el caso del convenio entre la Universidad de Oxford y el Instituto Serum de la India, y el del acuerdo entre la compañía china Sinovac y el Instituto Butantan. Ante una perspectiva estratégica de autosuficiencia en la producción de inmunobiológicos, Brasil ha priorizado este tipo de cooperación para vacunas con tecnologías innovadoras.

¿Qué opina de la participación brasileña en la carrera por obtener una vacuna?
Contamos con científicos e instituciones de investigación de calidad e importancia a nivel internacional. Pese a las adversidades relacionadas con la financiación, la infraestructura, las políticas públicas de apoyo a la ciencia, entre otras, la capacidad de producción de conocimiento y tecnología del país es asombrosa. Hay al menos tres grupos involucrados en el desarrollo de vacunas contra el covid-19, incluyendo a la USP [la Universidad de São Paulo], que trabaja en una vacuna con la tecnología denominada VLP [partículas similares a virus], y a la Fiocruz [la Fundación Oswaldo Cruz] de Minas Gerais, que en asociación con el Instituto Butantan emplea la tecnología de los vectores virales. Asimismo, contamos con varios grupos con experiencia en ensayos clínicos de fase III para vacunas y medicamentos. El país está comprometido en dos de las cuatro candidatas a vacunas que iniciaron los ensayos clínicos de fase III, la de Oxford y la de Sinovac. Lo que aún hace falta es un ambiente, cultura y estímulo para fomentar una cooperación intersectorial más amplia, incluyendo la financiación filantrópica y las asociaciones público-privadas.

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