Imprimir Republish

Tapa

Para ganar tiempo

Centros de investigación científica de Brasil negocian la importación de la tecnología necesaria para la producción de vacunas

La vacuna de la empresa farmacéutica china Sinovac, que el Instituto Butantan probará en Brasil

Zhang Youwei/ Xinhua News Agency/ AFP

Los dos principales centros brasileños de producción de vacunas –el Instituto Butantan, de São Paulo, y el Instituto de Tecnología en Inmunobiológicos (Bio-Manguinhos), de Río de Janeiro– trabajan en dos frentes simultáneos para asegurar el acceso de la población del país a la vacuna contra el covid-19. El primero de ellos, como medida de emergencia, consiste en la transferencia de tecnología para la producción de vacunas elaboradas por empresas de otros países y en etapa avanzada de ensayos de eficacia en seres humanos. Este camino probablemente sea más rápido que el segundo frente de acción, que implica el desarrollo de nuevas vacunas contra esta enfermedad a cargo de los equipos científicos de los centros nacionales de investigación en esta área, basándose en la experiencia acumulada durante las últimas décadas enfrentando a otras enfermedades.

El 11 de junio, el Instituto Butantan anunció que participaría en los ensayos de evaluación en seres humanos, la denominada fase III, de una candidata a vacuna desarrollada por la compañía biofarmacéutica china Sinovac Biotech, cuya sede se encuentra en Pekín, con la mira puesta en la posibilidad de una transferencia de tecnología para producirla en Brasil, dependiendo de los resultados de dichos ensayos clínicos. Ricardo Palacios, director clínico del instituto, espera que la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) y la Comisión Nacional de Ética en la Investigación Científica (Conep, en portugués) aprueben en el mes de julio el plan de ensayos, que contempla la participación de 9 mil voluntarios, con un costo que se estima en 85 millones de reales. Si la fórmula demuestra ser eficaz para generar anticuerpos que neutralicen al Sars-CoV-2, el virus causante del covid-19, en los test en Brasil y en China, y el cronograma de trabajo se desarrolla según lo planificado, la distribución en el país podría comenzar en junio de 2021, aunque en un principio la fabricación se haría tan solo parcialmente en el instituto paulista.

“Probablemente habrá varias generaciones de vacunas contra el covid-19”, dice Palacios. “La primera generación, que tenemos que hacer viable lo antes posible, tendrá que atender una emergencia de salud pública, para prevenir la enfermedad, principalmente a los casos más graves y evitar las hospitalizaciones”.

La candidata a vacuna de Sinovac, denominada Coronavac, que el Butantan probará y está interesado en producir, consiste esencialmente en el propio coronavirus, multiplicado en células Vero de monos, un linaje celular ampliamente utilizado en los cultivos en esta área, posteriormente purificado y desactivado químicamente. De este modo, no generará la enfermedad, sino que solamente activará la producción de anticuerpos neutralizadores del virus. La fórmula contiene un adyuvante, a base de aluminio, para amplificar su efecto.

En un experimento llevado a cabo con monos Rhesus, dos dosis bastaron para protegerlos, según consta en un artículo de los investigadores de Sinovac que la revista Science publicó el 6 de mayo. Tres semanas después de la inoculación, se introdujo el Sars-CoV-2 en los pulmones de los animales y ninguno de ellos desarrolló la infección.

El 13 de junio, la compañía china dio a conocer los resultados de los ensayos clínicos de las fases I y II, para evaluar la seguridad de la eficacia de la fórmula, en la que participaron 143 y 600 voluntarios, respectivamente. Según la empresa, no se registraron efectos adversos y la vacuna indujo la producción de anticuerpos neutralizantes luego de 14 días en más del 90% de los participantes del estudio.

En Brasil, según Palacios, se realizarán dos ensayos de evaluación de la vacuna, ambos bajo la modalidad doble ciego, por lo que los investigadores solo sabrán si los voluntarios recibieron la fórmula en evaluación o un placebo al analizar los resultados. Las casi 9 mil personas que participarán en el estudio recibirán dos dosis de la fórmula, con un intervalo de dos semanas entre ellas, y estarán separadas en dos grupos, para evaluar la producción de anticuerpos en diferentes rangos de edad. Luego serán monitoreadas durante un año, para comprobar la duración del efecto de la fórmula. Los análisis de anticuerpos se realizarán en Brasil y en China.

Los directivos de Sinovac y del Instituto Butantan ya se conocían por su participación en la Red de Fabricantes de Vacunas de Países en Desarrollo (DCVMN, por sus siglas en inglés), que agrupa a 41 productores de 14 países. Iniciaron conversaciones a comienzos de mayo e intercambiaron información técnica por medio de teleconferencias. En la empresa china, la nueva vacuna avanzaba con rapidez porque sacó provecho de la estructura de producción de una vacuna contra el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (Sars), que había llegado hasta la fase I de los test clínicos. Ese trabajo quedó interrumpido en 2004, cuando los casos de esta enfermedad causada por un virus muy similar al Sars-CoV-2 disminuyeron hasta tornarse raros.

Al anunciar el acuerdo con la empresa china, el director del Butantan, Dimas Covas, dijo que la candidata a vacuna de Sinovac se produce mediante la aplicación de una técnica que el instituto paulista ya adopta para elaborar las vacunas contra la rabia y el dengue. Por consiguiente, según él, si las pruebas generasen resultados satisfactorios, la estructura de producción podría “adaptarse rápidamente” para fabricar hasta 15 millones de dosis por mes.

Léo Ramos Chaves Inspección visual en la línea de producción de Bio-ManguinhosLéo Ramos Chaves

“Es mejor disponer pronto de una vacuna cuya eficacia sea razonable que no contar con ninguna”, dice Maurício Zuma, director del Bio-Manguinhos. En su opinión, solo una vacuna –o un medicamento eficaz, que aún no se ha identificado o formulado– podría tranquilizar al mundo en este momento, si bien que la expectativa generada por las noticias tiene escaso asidero dada la realidad de la producción de conocimiento científico y tecnológico: “Podría suponerse que la vacuna está llegando, pero difícilmente podamos contar con alguna antes del año que viene”. Además, añade, “incluso las fórmulas con cierto potencial, que ya entraron en la fase de ensayos clínicos, en cualquier momento pueden revelarse ineficaces”.

Según Zuma, el Bio-Manguinhos, una de las unidades operativas de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), evalúa la viabilidad técnica y económica de diferentes tipos de vacunas en desarrollo para el covid-19 y ya firmó acuerdos de confidencialidad con los fabricantes –de China, Israel e Inglaterra– para colaborar con el Ministerio de Salud en la elección de una vacuna para producirla en Brasil.

Si alguno de los acuerdos resulta exitoso, la producción en Río de Janeiro podría comenzar “rápidamente, con una capacidad de producción de 40 millones de dosis mensuales”, declaró en una entrevista que le concedió al periódico Folha de S.Paulo. Según él, esta posibilidad implicaría la implementación de nuevos turnos de trabajo y un reordenamiento de las actividades productivas. En simultáneo, Zuma también apuesta a una fórmula propia: la institución está desarrollando una en Río y un equipo científico de la Fiocruz en Belo Horizonte está trabajando en otra).

Amanda Perobelli/ Reuters/ Fotoarena Una empleada del centro de ensayos clínicos de la Unifesp donde se probará la fórmula de la vacuna desarrollada en OxfordAmanda Perobelli/ Reuters/ Fotoarena

El 2 de junio, la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) comunicó que Anvisa aprobó el plan para probar en Brasil una fórmula elaborada por un equipo de científicos de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido. Al día siguiente, la Conep aprobó el plan de ensayos clínicos de la fase III, que prevé la participación de mil voluntarios en São Paulo y otros mil en Río de Janeiro, a cargo del Instituto D’Or de Pesquisa e Ensino (Idor), para complementar los que se llevarán a cabo en el Reino Unido con 10 mil personas.

La Universidad de Oxford, responsable de la fórmula, firmó un contrato en el mes de abril con la empresa farmacéutica británica AstraZeneca, con sede en Cambridge, para ampliar la escala de producción, realizar ensayos en personas, fabricar y distribuir la vacuna, siempre que sus resultados sean satisfactorios. La empresa recibió un aporte de 1.200 millones de dólares del gobierno de Estados Unidos para acelerar el trabajo.

Hacia el final de junio, el ministro de Salud interino de Brasil, Eduardo Pazuello, anunció la firma inminente de un contrato para que el Bio-Manguinhos pueda producir esa vacuna en Brasil.

La vacuna de Oxford, inicialmente denominada ChAdOx1 nCoV-19 y posteriormente AZD1222, se basa en otro tipo de virus, un adenovirus, que se utiliza como estructura en vacunas y al que se le implantó un gen que induce la producción de una proteína de superficie del virus Sars-CoV-2, capaz de estimular la producción de anticuerpos, principalmente, inmunoglobulinas del tipo G (IgG). De este modo, el organismo sería capaz de neutralizar la acción del virus en caso de infección.

Esa fórmula evitó la neumonía causada por este coronavirus en los nueve monos Rhesus que se utilizaron en un experimento, según se expresa en un artículo redactado por investigadores de la Universidad de Oxford y de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, en inglés), de Estados Unidos, que salió publicado el 13 de mayo como preprint en el repositorio bioRxiv. Científicos de Estados Unidos y del Reino Unido impugnaron los resultados alegando que la protección contra el virus en los animales tratados habría sido la misma que en lo no tratados.

Las dos primeras etapas de evaluación en humanos, la fase I, de seguridad de uso, y la fase II, de eficacia, comenzaron en abril con alrededor de 1.100 voluntarios sanos de entre 18 y 55 años de edad, en centros médicos del sur de Inglaterra.

A la hora de planificar las etapas siguientes, el coordinador de este trabajo en la Universidad de Oxford, el inmunólogo Andrew Pollard, comenzó a programar ensayos con un grupo mayor de personas y también en otros países, de acuerdo con las exigencias para la aprobación de un producto de este tipo. A comienzos de mayo, se comunicó con la infectóloga brasileña Sue Ann Costa Clemens, coordinadora del Instituto de Salud Global de la Universidad de Siena, en Italia, y consejera de la Fundación Bill y Melinda Gates, con quien ya había trabajado, y le solicitó su ayuda para hallar centros de investigación en Brasil, uno de los países con más casos de covid-19 en el mundo, interesados en probar la vacuna. Ella se puso en contacto con exdocentes suyos en la Unifesp, donde había estudiado.

La infectóloga Lily Yin Weckx, de la Unifesp, se mostró interesada por la posibilidad de participar en los ensayos y se esforzó para obtener rápidamente las aprobaciones internas. “Logramos el milagro en un mes”, dice, en referencia a la pronta aprobación del plan de ensayos ante la Comisión de Ética en la Investigación Científica de la universidad. Según ella, el convenio se formalizó con la Universidad de Oxford y se limita a la participación en los ensayos, sin contemplar la posibilidad de producción en Brasil o una prioridad de compra. Al ser consultada, Lily Yin Weckx no proporcionó detalles sobre el plan de ensayos, que estaba previsto que comiencen en el mes de junio.

Normalmente, los fabricantes les pagan a las universidades para que hagan los test de sus candidatos a medicamentos. Sin embargo, en esta ocasión, las pruebas en São Paulo correrán por cuenta de la Fundación Lemann, que invertirá un monto que no fue revelado en su financiación, y lo propio hará el Instituto D’Or en Río de Janeiro, que destinó 5 millones de reales para ese trabajo, según informó su presidenta, Fernanda Tovar-Moll.

“Los acuerdos para participar en las pruebas de las vacunas de fabricantes extranjeros deberían asegurarle a Brasil el acceso a las mismas, para garantizar que no se utilicen solamente los datos del país para validar un producto que luego podría demorar o incluso no llegar aquí”, comenta Palacios.

Estas iniciativas se basan en una apuesta optimista, que supone la posibilidad de poder producir una vacuna en menos de 10 años, el plazo promedio habitual de desarrollo, para posteriormente poder fabricar centenas de millones de dosis en menos de dos años. De cualquier manera, aunque los proyectos avancen como se espera, “difícilmente logremos erradicar el covid-19”, advierte Palacios. “Este virus vino para quedarse”.

Artículos científicos
GAO, Q. et al. Development of an inactivated vaccine candidate for Sars-CoV-2. Science. Online. 6 may. 2020.
DOREMALEN, N. van et al. ChAdOx1 nCoV-19 vaccination prevents Sars-CoV-2 pneumonia in Rhesus macaques. bioRxiv. 13 may. 2020.

Republicar