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El esfuerzo de cada uno

El gobierno brasileño desbloquea recursos para los estudios sobre el covid-19, pero la inversión en investigación y desarrollo se ubica muy por debajo de la de los países centrales

El Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de Brasil divulgó una lista de proyectos de investigación que serán subvencionados en el marco de un concurso público sobre el covid-19 que contempla una inversión de 50 millones de reales. De ese total, 30 millones provienen del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FNDCT) para estudios sobre tratamientos, vacunas, test de diagnóstico y patogénesis de la enfermedad. Los 20 millones restantes los aportará el Ministerio de Salud para su aplicación en proyectos de prevención y control de la enfermedad y atención de la salud (lea el reportaje). El balance del anuncio muestra que la comunidad científica del país se moviliza para generar conocimiento sobre la enfermedad y que los recursos estipulados son escasos en vista de la demanda. Se presentaron 2.219 proyectos. Los montos solicitados sumaron 1.700 millones de reales, 34 veces más que el dinero disponible en el programa. Un comité evaluador recomendó la aprobación de 90 propuestas, que abarcan temas tales como el uso de la inteligencia artificial en la toma de decisiones médicas y el desarrollo de vacunas y nuevas pruebas de diagnóstico. “Hay proyectos de gran calidad que no fueron recomendados porque no lograrían producir resultados a tiempo como para mitigar los efectos de la pandemia”, dice el presidente del CNPq, el agrónomo y entomólogo Evaldo Vilela.

El pliego del CNPq es la iniciativa más abarcadora que ha lanzado el gobierno federal brasileño para la financiación de investigaciones sobre el nuevo coronavirus, que se suma a varias otras disposiciones. La Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep), por ejemplo, ha invertido 141 millones de reales en la contratación de proyectos que el gobierno considera estratégicos, entre los cuales figura la producción de respiradores de bajo costo y el desarrollo de una vacuna que lleva adelante un equipo del Instituto del Corazón (InCor) de la Facultad de Medicina de la USP (FM-USP). La FAPESP financia 210 proyectos referidos al covid-19 propuestos por investigadores paulistas (lea el reportaje) y también se asoció con la Finep para el lanzamiento de un concurso público que asignará 20 millones de reales para proyectos de pequeñas empresas dispuestas a desarrollar procesos o productos innovadores.

Una gran parte de los recursos federales que se utilizaron hasta ahora se reasignaron desde otras fuentes, pero dos medidas provisorias del Ejecutivo (MP) en trámite en el Congreso Nacional destinarán nuevos fondos para su aplicación en investigaciones sobre el covid-19. Las MP 929 y 962 liberaron 326 millones de reales del FNDCT para hacer frente a la emergencia sanitaria, además de otros 120 millones de reales para un programa de innovación y desarrollo sostenible. La liberación de fondos para la investigación en la lucha contra el covid-19 se produce en un momento en el que el presupuesto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI) se encuentra en su nivel más bajo de la última década. “Tan solo 600 millones de los 4.700 millones de reales acumulados por el FNDCT durante este año estaban disponibles en el presupuesto. El resto ha quedado retenido”, dice el físico Luiz Davidovich, presidente de la Academia Brasileña de Ciencias (ABC).

Davidovich enfatiza que los recursos girados ni siquiera alcanzan a recuperar el nivel presupuestario de hace cinco años. “Nuestra propuesta ante la emergencia es que este año se liberen la totalidad de los fondos disponibles en el FNDCT, no solo con miras a viabilizar las investigaciones que ayuden a combatir la pandemia sino también para promover la innovación en Brasil y sacar al país de la terrible recesión en la que estamos sumergidos”, dice Davidovich. Evaldo Vilela, del CNPq, coincide en que los recursos disponibles son inferiores a los necesarios, pero señala que existen dificultades para poder ampliarlos. “Soy testigo de que el ministro Marcos Pontes se ha empeñado bastante para obtener más recursos en el Congreso y en el área económica del gobierno. Esta pandemia emergió en un momento en el que la economía brasileña ya experimentaba un fuerte ajuste fiscal y el gobierno tuvo que invertir bastante para aplacar las demandas sociales”, dice. “Los estados también afrontan dificultades financieras y eso lo padecen igualmente sus fundaciones de apoyo a la investigación científica para poder ampliar las inversiones en esta coyuntura”, añade.

El esfuerzo de Brasil para invertir en investigación sobre el covid-19 es muy modesto si se lo compara con el de las naciones desarrolladas. Un estudio que se llevó a cabo en mayo en el Centro de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea) reseñó las actividades de investigación e innovación implementadas en Brasil y en otros cuatro países: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Alemania. Uno de los indicadores comparados fue el de los nuevos fondos, aquellos que no estaban contemplados previamente en el marco del presupuesto, que se destinaron a investigación y desarrollo (I&D) para hacer frente a la pandemia. El monto invertido por Brasil, que se estima en unos 100 millones de dólares, se queda atrás frente a los 970 millones de Canadá, 1.720 millones del Reino Unido, 2.340 millones de Alemania y 6.100 millones de dólares de Estados Unidos. En términos relativos, el esfuerzo brasileño también es inferior al del resto de los países estudiados: representa solamente el 1,8% del presupuesto federal en I&D, frente a un 4,1% en Estados Unidos, un 6,3% en Alemania, un 10,8% en el Reino Unido y un 11,8% en Canadá. El trabajo reveló que, de los cinco países, solo Estados Unidos y el Reino Unido introdujeron mecanismos para una pronta aprobación de los proyectos de investigación e innovación relacionados con el covid-19. En Estados Unidos, los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) definieron un plan estratégico con cuatro prioridades: investigación básica para entender la enfermedad, desarrollo de test de diagnóstico, ensayos clínicos con tratamientos y búsqueda de una vacuna. Según el Ipea, para mayo ya habían emitido más de 30 pliegos de llamados a concurso para financiar investigaciones en esas áreas.

A juicio de la economista Fernanda de Negri, del Ipea, quien coordinó el estudio comparativo, el monto de los fondos que destina Brasil para la investigación del covid-19 debería ser mucho mayor para afrontar los daños causados por la crisis. “Una mayor inversión en ciencia para el desarrollo de soluciones dentro del país representaría un costo menor frente al enorme costo social de la pandemia, por su impacto sobre el PIB [Producto Interno Bruto] y en la quiebra de empresas”, sostiene. Ella critica la ausencia de una estrategia nacional, por ejemplo, para el desarrollo o la compra de vacunas que se muestren eficientes contra el covid-19, un factor clave para poder superar la pandemia. “Eso requiere un seguimiento del desarrollo de las investigaciones y el planteo de los escenarios de posibles resultados; caso contrario, Brasil estará condenado a quedar relegado en la cola para la inmunización, lo que profundizará las consecuencias económicas y sociales de la crisis en el país”.

Dos vacunas desarrolladas en el exterior han comenzado a probarse en Brasil, pero ello no es el resultado de una acción coordinada a nivel nacional. Una de ellas, concebida por la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, es el fruto de una antigua colaboración de esa institución británica con la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) y recién hacia el final de junio se tornó objeto de un convenio con el gobierno federal, mientras que la otra, de la empresa biofarmacéutica china Sinovac Biotech, es el resultado de una articulación de la gobernación del estado de São Paulo. “En Estados Unidos están apostando por cinco vacunas simultáneas y patrocinan la construcción de plantas de producción para fabricarlas. Nosotros no contamos con ninguna estrategia y estamos interviniendo muy poco en este debate internacional”, dice Negri. En el caso de Alemania, por ejemplo, el país invirtió 140 millones de euros para propiciar una alianza internacional en la búsqueda de una vacuna, denominada Coalition for Epidemic Preparedness Innovation (Cepi), que suma inversiones de Australia, Bélgica, Dinamarca y Etiopía. Por su parte, China, el país donde surgió el nuevo coronavirus, también sobresale por sus inversiones en I&D de vacunas. El ministro chino de Ciencia y Tecnología, Wang Zhigang, anunció que esa es la prioridad principal de la investigación científica del país y que la apuesta abarca cinco rutas tecnológicas diferentes. “China hará de su vacuna un bien público global luego de que las investigaciones y ensayos clínicos sean exitosos”, anunció Zhigang a mediados del mes de junio.

“Brasil posee experiencia en el desarrollo y en la producción de vacunas y nuestras instituciones y científicos podrían ser más activos en la búsqueda de una vacuna contra el nuevo coronavirus, pero hace falta una mayor inversión”, dice Elize Massard da Fonseca, experta en salud pública e investigadora de la Fundación Getulio Vargas, quien participa en una investigación internacional sobre las respuestas adoptadas por los distintos gobiernos frente a la pandemia. En el mes de febrero, el MCTI creó la Red de Virosis Emergentes (RedeVírus), un comité asesor para identificar y respaldar programas existentes, en el cual participan representantes del Ministerio de Salud, de la Academia Brasileña de Ciencias, de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia y de universidades e institutos de investigación. Entre las iniciativas recomendadas por el comité, se incluye el desarrollo de una nueva tecnología de producción de vacunas en el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de Investigaciones en Inmunología, bajo la coordinación del inmunólogo Jorge Elias Kalil Filho, del InCor. A pedido de la RedeVírus, el Laboratorio Nacional de Biociencias (LNBio) de Campinas identificó cinco fármacos que se mostraron prometedores en las pruebas con células infectadas con el virus. Gracias a ese trabajo, la Finep contrató a un grupo de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) para realizar un ensayo clínico con una de esas drogas, el antihelmíntico denominado nitazoxanida. También se patrocinaron otras pruebas con compuestos que acabaron resultando ineficaces contra el avance de la pandemia, tales como la cloroquina y la hidroxicloroquina, realizadas por la UFRJ y la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG).

De acuerdo con el trabajo del Ipea, “no parece que se le esté prestando la debida atención a la RedeVírus para elaborar una estrategia de enfrentamiento a la pandemia consistente y con base científica”. El estudio afirma que durante la pandemia no se ha convocado al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CCT), creado en 1996 e integrado por ministros, representantes de la industria y de la comunidad científica para brindar asesoramiento al presidente de la República en el diseño de la política científica y tecnológica. Ahora Negri y su equipo se proponen comparar la inversión en investigación contra el covid-19 en Brasil con la de otros países con similar nivel de desarrollo. “Por cierto, Brasil no es el único país con estrategias incongruentes”, dice la economista. De hecho, en la mayoría de los países, las grandes inversiones en ciencia para hacer frente al covid-19 no han sido la regla. Una reseña sobre los llamados a concurso de propuestas de investigación en todos los continentes, elaborada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), revela que los fondos aplicados en Brasil son más significativos que los de otros países de América Latina.

De acuerdo con ese mapeo, Argentina solamente emitió una llamada a concurso de proyectos contra el nuevo coronavirus, por un monto de 5 millones de dólares, pero movilizó a su comunidad científica inmediatamente al iniciarse la pandemia. El pliego fue divulgado al final de marzo y hacia el final de abril se aprobaron poco más de 50 proyectos, que recibirán, cada uno, 100 mil dólares a lo largo de un año. Por su parte, Colombia invirtió 19,5 millones de dólares en infraestructura de laboratorios para el diagnóstico de la enfermedad, mientras que Perú destinó 1,4 millones de dólares a proyectos de universidades y empresas que involucran test, tratamientos y estudios epidemiológicos. Rusia también reforzó las inversiones en exámenes de diagnóstico y respiradores artificiales. En breve, se dará inicio a los primeros ensayos clínicos de una candidata a vacuna creada por el Instituto de Investigación en Microbiología y Epidemiología Gamaleya, en Moscú. Australia emitió ocho llamadas a la presentación de proyectos, para los cuales se dispuso una inversión de 26,5 millones de dólares.

El monitoreo de la OCDE también muestra que las distintas naciones hacen frente a la pandemia de manera peculiar. El gobierno de Sudáfrica, un país que logró evitar una explosión de casos y hasta mediados de junio contabilizaba 1.700 fallecidos por la enfermedad, informó que designó un comité de expertos para asesorarlo y un equipo de investigadores para planificar ensayos clínicos, además de participar en iniciativas contra la enfermedad en colaboración con China, la Unión Europea y otros países africanos. En tanto, México, que se enfrenta a niveles de contagio elevados (con 19 mil muertes registradas hasta el 19 de junio), informó a la OCDE en forma imprecisa que “realiza consultas con médicos y expertos para predecir los avances de la pandemia” y que “está monitoreando la respuesta internacional a la crisis desatada por el covid-19”.

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