Imprimir Republish

HISTORIA

Tenemos que hablar de la muerte

En un libro publicado recientemente, estudiosos del tema lo abordan desde sus diversas vertientes con miras a incorporar este debate en las escuelas

Imágenes que forman parte del monumento en homenaje a los fallecidos en el Cementerio São Luiz, de la ciudad de São Paulo

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

La necrológica del periódico estadounidense The New York Times, una sección incluida en la publicación desde 1851, creó en 2020 un recordatorio virtual intitulado Those We’ve Lost en homenaje a los muertos víctimas de covid-19. Entre ellos está el actor y humorista fluminense Paulo Gustavo (1978-2021), señalado por el periódico como uno de los intérpretes más queridos por los brasileños, que poco antes de enfermarse había dicho que reír era “un hermoso acto de resistencia”, como escribe la historiadora Mariana Antão de Carvalho Rosa, del Instituto Estadual de Educación, Ciencia y Tecnologia de Maranhão (Iema), en un texto a propósito de los obituarios, que forma parte del libro recientemente publicado Guia didático e histórico de verbetes sobre a morte e o morrer [Guía didáctica e histórica de artículos sobre la muerte y el morir].

La obra, organizada por los historiadores Mara Regina do Nascimento y Mauro Dillmann, reúne 62 entradas sobre temas tales como el luto, el velatorio y la memoria. “Vivimos en una sociedad que preconiza la juventud y la ilusión de que seremos eternos. Es por ello que tenemos grandes dificultades al momento de lidiar con la finitud de la vida”, dice Do Nascimento, de la Universidad Federal de Uberlândia (UFU). “Pero como la muerte es una cuestión ineludible para todos los seres humanos, la población tiene que debatirla más”.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPUna cruz remanente del cementerio protestante instalado en el predio de la granja Ipanema, en Iperó, en el interior del estado de São PauloLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

Con financiación de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), este libro puede descargarse en forma gratuita y está dirigido a los docentes de enseñanza básica. Al final de cada entrada hay actividades didácticas para realizar en el aula. “Algunos estudios apuntan que el tema de la muerte está presente en el día a día de los brasileños en diversos medios de comunicación, como la televisión y las redes sociales, pero a veces con un enfoque sensacionalista y poco educativo”, comenta Dillmann, de la Universidad Federal de Pelotas (UFPel). “El propósito de la Guía es llevar esta discusión a la escuela y empezar a hablar de la muerte desde una edad temprana, a partir del segundo ciclo de la enseñanza fundamental, de manera crítica, reflexiva y con una base científica”.

Los textos fueron escritos por 39 investigadores de Brasil y Portugal, y de múltiples áreas del conocimiento, tales como historia, ciencias sociales, religión, derecho y medicina. “Gracias a esta multiplicidad de especialistas, no nos hemos centrado solamente en el pasado, como acostumbran los historiadores, sino también en cuestiones contemporáneas, como la eutanasia y la necropolítica, dice Do Nascimento, en alusión al concepto propuesto por el filósofo camerunés Achille Mbembe, en un ensayo publicado en 2003, donde razona al respecto de cómo el Estado elige quién vive y quién muere. Para la historiadora del arte Maria Elizia Borges, del Programa de Posgrado en Historia de la Universidad Federal de Goiás (UFG), la muerte es un tema multidisciplinario. “En el caso de los cementerios, por ejemplo, podemos estudiar, entre otras cosas, la historia y la geografía del lugar, la trayectoria de las familias de los muertos allí enterrados y la iconografía de las tumbas”, explica la investigadora, autora de los artículos “cementerio-necrópolis” y “lápidas y epitafios”.

Borges empezó a investigar el tema de los cementerios durante su investigación doctoral, que dio lugar a una tesis defendida hace más de tres décadas en la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de São Paulo (ECA-USP). Actualmente es presidenta honoraria de la Asociación Brasileña de Estudios de Cementeriales (Abec), institución que ayudó a crear en 2004, en São Paulo y que reúne a unos 70 miembros de todo el país, especialmente del ámbito académico.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPLápidas del Cementerio de Caju, en la zona norte do Río de JaneiroLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

Según la investigadora, los cementerios han pasado por diversas configuraciones a lo largo de la historia occidental. Fue en la Edad Media, por ejemplo, con la expansión del cristianismo, que los cuerpos comenzaron a ser sepultados dentro o en las adyacencias de las iglesias. “Entre finales del siglo XIX y principios del XX, los cementerios se secularizaron, es decir, fueron perdiendo gradualmente la influencia directa de la Iglesia Católica y se alejaron de los centros urbanos, en cumplimiento de los preceptos higienistas emergentes en aquella época”, relata.

Según la historiadora Claudia Rodrigues, de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (Unirio), fue a partir de la década de 1960 cuando los estudios sobre la muerte cobraron impulso en el área de las humanidades. Esto ocurrió inicialmente en Europa y Estados Unidos, a través del trabajo de investigadores como los historiadores franceses Philippe Ariès (1914-1984) y Michel Vovelle (1933-2018). En Brasil, uno de los pioneros en este campo fue el educador bahiano Clarival do Prado Valladares (1918-1983), quien inició sus investigaciones en la década de 1960 y publicó libros como Arte e sociedade nos cemitérios brasileiros [Arte y sociedad en los cementerios brasileños] (Conselho Federal de Cultura/Departamento de Imprensa Nacional, 1972). Sus dos tomos abordan el tema en 1.487 páginas. Según Rodrigues, el interés por este objeto de investigación, dentro del campo de la historia, fue acentuándose progresivamente en las carreras de posgrado de todo el país hace poco más de tres décadas, alentado, entre otras razones, por la publicación del libro intitulado A morte é uma festa [La muerte es una fiesta], del historiador João José Reis, de la Universidad Federal de Bahía (UFBA), en 1991, por la editorial Companhia das Letras. “Es el primer libro sobre la historia de la muerte publicado en Brasil, basado en investigaciones realizadas en archivos brasileños y en obras europeas como las de Michel Vovelle y Philippe Ariès”, dice la investigadora, quien lleva más de 30 años estudiando la temática de la muerte y en la Guía firma el artículo sobre el morir católico.

Los estudios sobre la muerte cobraron impulso en el área de las humanidades a partir de la década de 1960

Rodrigues es una de las coordinadoras de Imágenes de la muerte: La muerte y el morir en el mundo iberoamericano, un grupo de investigación del Departamento de Historia de la Unirio, certificado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq). La iniciativa, creada en 2011, cuenta con alrededor de 50 miembros, entre docentes universitarios y estudiantes de posgrado de países tales como Brasil, Argentina, España y Colombia. En julio, el grupo presentará un panel temático en el 32º Simposio Nacional de Historia de la Asociación Nacional de Profesores Universitarios de Historia (Anpuh), en São Luís, estado de Maranhão. “Nuestro eje es la historia, pero también dialogamos con diversas áreas del conocimiento”, dice Rodrigues, editora de la publicación multidisciplinaria Revista M. – Estudos sobre a Morte, os Mortos e o Morrer. “Esta interacción es fundamental para, entre otras razones, ampliar la inserción de disciplinas como la historia de la muerte en las carreras del área de la salud”.

La brecha es gigantesca, al menos en el campo de la medicina, según indica un estudio realizado por los investigadores George Felipe de Moura Batista y Gustavo da Cunha Lima Freire, de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN), en la ciudad de Natal. El estudio publicado en la Revista Brasileña de Bioética, en 2019, revela que solamente dos de las cincuenta universidades de medicina incluidas en una clasificación del periódico Folha de S.Paulo ofrecían asignaturas obligatorias centradas en la tanatología, la ciencia que abarca el estudio de las etapas de la muerte y el proceso del duelo.

En el transcurso del siglo XIX, las familias burguesas contrataban fotógrafos para registrar una última imagen del difunto, según la historiadora Juliana Schmitt, docente de la carrera de artes visuales de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), en Recife. La idea era conservar el recuerdo de ese ser querido. “Esta práctica comenzó en Europa a mediados del siglo XIX y, tiempo después, llegó Brasil”, relata Schmitt, autora del artículo sobre fotografía mortuoria. La colección del Museo de Ipiranga de la Universidad de São Paulo (USP), por ejemplo, conserva una veintena de retratos de difuntos realizados por Militão Augusto de Azevedo (1837-1905), un fotógrafo que trabajó en São Paulo en el siglo XIX. “Sin embargo, a partir de las primeras décadas del siglo XX, este tipo de imágenes ganó fama en la sociedad occidental como algo morboso y de mal gusto”.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPEstatua del Sagrado Corazón de Jesús en el cementerio de Vila Alpina, en el sector sudeste de la capital del estado de São PauloLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

Una de las explicaciones para que esto haya ocurrido, según la investigadora, radica en el progresivo distanciamiento de la sociedad occidental en relación con la muerte. “Hasta finales del siglo XIX, la gente se moría, sobre todo, en su casa, en compañía de familiares, amigos y vecinos. Después, la muerte empezó a producirse fuera del ambiente doméstico, en los hospitales. Además, la profesionalización de los servicios funerarios liberó, en parte, a las familias de tener que ocuparse del cadáver”, relata Schmitt.

En la Guía, la investigadora también firma un artículo sobre la vestimenta funeraria, término que se aplica tanto a la ropa que visten los cadáveres como a la utilizada por los deudos en duelo. A su juicio, al sustraernos del debate en torno a la finitud en el mundo contemporáneo, cuestiones como la vestimenta final suelen ser una decisión de la familia y no algo previamente definido por el propio difunto. Con todo, esto podría estar cambiando. Como escribe Schmitt en la Guía, actualmente se observan en todo el mundo movimientos procedentes principalmente de las redes sociales que “alientan a la gente a reflexionar sobre su propia muerte, tomando decisiones sobre las etapas por las que pasarán sus restos (lo que incluye la ropa con la que se vestirá su cadáver) y dejando constancia explícita, aún en vida, de estos deseos”.

Según la académica, el rigor en lo concerniente a la indumentaria de luto en la sociedad occidental fue reforzado en el siglo XIX por la reina Victoria (1837-1901), del Reino Unido. Tras la muerte de su marido, Alberto, en 1861, la soberana vistió ropa y accesorios negros hasta el final de su vida, o sea, durante 40 años. “De este modo, extendió el culto al luto a todas las clases sociales de su época. Pero mantener este rito durante unos dos años y medio y con la ropa adecuada, preferiblemente nueva y siguiendo la silueta de moda, como recomendaban los manuales de etiqueta de la época, era un privilegio de pocas personas”, relata la investigadora, autora de Três lições da história da morte [Tres lecciones de la historia de la muerte]. Durante el siglo XX, tras las dos guerras mundiales, las normas se fueron relajando. “Hoy en día, en el mundo occidental seguimos observando la tradición de vestir de negro y con modelos de ropa discretos, pero ya no hay ninguna obligación en este sentido”, concluye Schmitt.

Libros
DILLMANN, M. y NASCIMENTO, M. R. (org.). Guia didático e histórico de verbetes sobre a morte e o morrer. Porto Alegre: Casaletras, 2022.
SCHMITT, J. Três lições da história da morte. Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 2023.

Republicar